Capítulo 46

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Es domingo. Un domingo soleado.

Me mantengo sobre mi cama comiendo algunas semillas en una bolsa de cartón. El sol baña todo mi habitación, mientras leo un libro de historia antigua. Todavía sigo en pijama y mi cabello está sujeto en un moño alto.

El reloj marca las cuatro de la tarde. No me he bañado y no he salido de mi alcoba. ¿La razón? Porque hoy es mi día libre. Normalmente no tengo días libres, pero cuando adelantó mi trabajo, puedo elegir cualquier día libre.

Bostezo un poco y echo el libro hacia un lado cuando me aburro. Sigo comiendo semillas y miro los arbustos que se muestran en mi balcón.

Con la justa verdad, no me agrada no tener nada que hacer. Siempre tengo que estar activa, por lo cual, son pocas veces las que me doy "vacaciones". Soy perfeccionista y muy controladora. Tengo un presentimiento de que si no estoy al mando unos días o horas, todo será un desastre. No es mi culpa, nadie hace mejor mi trabajo que yo.

Me echo un puño de semillas a la boca y mastico, planteándome las ideas de dormir o salir a cabalgar, sin embargo, de repente tocan la puerta.

—¿Quien? —pregunto con la boca llena.

—Su guardia imperial, majestad —responde Beatriz.

Ya volvió.

Su día libre siempre son los domingos. A veces regresa temprano o ha veces solo regresa hasta el lunes. Jamás le pregunto a dónde va, pero es la primera vez que llega y viene a verme.

Trago las semillas y dejo la bolsa en la mesa de noche.

—Pase.

No se tarda en abrir la puerta, no obstante, cuando la abre recuerdo que estoy sin bañarme y mi pelo está amarrado en un moño para nada decente.

Estoy desarreglada.

Zac entra y yo me pongo de pie. Troto hasta el balcón y me quedo de espaldas en segundos, porque según yo, evitaré que me mire en este aspecto tan...desagradable.

Maldición.

Paso una mano por mi cara y me medio arreglo la bata. Escucho sus pasos detrás de mí y mi corazón se detiene. Estoy nerviosa y esta vez sí entiendo porqué.

El hombre que me gusta, está detrás de mí, mirando a una mujer que no ha estado haciendo nada en todo el día. Ni una gota de agua a tocado mi cuerpo.

¡Que maldita vergüenza!

—¿Está bien? —me pregunta.

—¡Sí! —me exalto.

Cálmate, Ayla.

Cierro los ojos con un poco de pena y aclaro mi garganta para estabilizar mis sentidos.

—Bien. Estoy bien.

No sé qué hace, pero me desato el cabello negro y lo acomodo unos segundos. Esos segundos donde no habla, mas la sensación de su mirada encima de mí, me inquieta demasiado. Suspiro profundo y me mentalizo a que no sucede nada. Soy hermosa, es imposible que en algún momento me llegue a ver mal.

Me vuelvo a peinar el cabello con las manos y luego me giro lentamente hacia él.

Mi pulso se acelera ridículamente cuando lo encuentro recostado en el umbral con los brazos cruzados. Tiene una camisa de seda negra y un botón libre, donde puedo apreciar su tentador pecho. Él me mira de arriba y abajo. Me alza una ceja ligeramente curioso por mi nuevo aspecto. Le sonrío y me recuesto en el balcón, demostrando que estoy absolutamente tranquila.

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora