Capítulo 12

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Irina

Ya es tan tarde y estoy triste, creo que me ilusioné de más con el reencuentro de Fared, supongo que no era la reacción que esperaba. Aunque Cielo es optimista sobre la relación, yo no tanto, ella no padeció en carne propia lo que yo insistí para que estuviéramos juntos.

No estoy segura si Cielo me entiende, o sea se supone que soy yo, pero no pienso que sea lo mismo.

Ella es tan genial y yo... yo solo soy esto ¿A dónde se fue mi optimismo? Ah, cierto, me lo quitaron el día que me atacaron en la guarida del culto de las diosas.

Refriego mis ojos y me detengo en el pasillo, me doy cuenta que llegué a donde está la alcoba del rey.

¡¿Cielo, fuiste tú?!

¿O mis piernitas se habrán movido solas hasta aquí?

Como sea...

—Hola —le digo a los guardias—. ¿Está Fared? —Sonrío tímida.

—El rey dijo específicamente que no quiere visitas —aclara el hombre intimidante.

—Oh, está bien, lo siento —expreso deprimida—. Podría decirle que soy yo, su prometida. —Me sonrojo.

—Ya lárguese —me echa el otro.

Mi mano se mueve sola y chasquea los dedos, los guardias terminan desmayados.

—¡¡¿Cielo, qué hiciste?!! —chillo poniendo mis manos en las mejillas.

No me responde, solo veo que la puerta se abre sola, así que bajo las manos despacio.

—A veces me asustas —opino y avanzo, la puerta se cierra lento detrás de mí. Visualizo a Fared mirando por la ventana—. Hum, hola —digo tímida.

El rubio gira su rostro a mirarme despacio de costado, luego mueve su cuerpo entero.

—Irina —susurra.

—Quería verte. —Doy unos pasos hacia él.

—Siento que estoy delirando.

Me río.

—¿Por qué dices eso?

—Nada, cosas mías. —Mira hacia un costado.

—¿Me extrañaste? —pregunto directo—. Porque yo sí, y mucho.

—Estaba preocupado.

—No lo parece. —Suspiro—. Me sigues evitando como si nos hubiéramos visto ayer ¿Retrocedimos? Creí que habíamos avanzado.

—No lo sé, estos meses, otra vez solo, pensando cómo recuperarte, qué haría cuando te viera, imaginando cosas donde no las hay, es todo tan extraño.

—Puedes empezar por darme un bonito y cálido abrazo. —Alzo las manos—. No es nada raro, pero lo necesito.

Camina hasta mí y se crea un pequeño silencio en el proceso, entonces se forma lo que le pedí, me rodea con sus brazos. Siento como mis mejillas se ruborizan y mi piel se eriza. Cierro los ojos disfrutando el momento, así que sonrío.

—Gracias —susurro para no opacar el bonito silencio.

—Perdón —contesta y abro los ojos, me paralizo—. Perdóname, estaba siendo egoísta. —Me abraza con más fuerza, entonces me sonrojo—. Solo pensé en lo que yo sentía, siempre tomo la decisión equivocada. —Veo unas gotas caer en mi kimono.

—Fared... ¿Estás llo...

—Cállate. —Presiona los dientes—. Niña escandalosa.

—Hum, está bien.

Cierto, tengo que fingir que no vi eso, por las costumbres.

Rato después nos separamos y le sonrío, él me mira serio.

—Deberías ir a tus aposentos, es tarde.

—¿No me puedo quedar contigo? —Ladeo la cabeza.

—No, se puede malinterpretar, si voy a respetar tus tradiciones, debes irte a tu alcoba.

—Es que quiero practicar —digo tímida.

—¿Practicar? —Se sonroja.

Me río.

—¡Fared, eres un tómate!

—Es que dijiste... —Se detiene—. Nada, pensé cosas sucias. —Mira para un costado.

Me avergüenzo.

—¿Eh? Yo... quise decir dormir al lado tuyo —explico por las dudas—. Es que... me pone nerviosa pensar que cuando estemos casados, vamos a dormir en la misma cama, así que quiero tomar costumbre.

—Sí, claro, dormir —expresa con sarcasmo.

—Hablo en serio. —Hago puchero.

—¿Lo dice la Irina que me anda pidiendo besos y atención intensa? —se burla y ya me está mirando de nuevo.

—¡Oye! —me quejo—. Yo... eso también me pone nerviosa, pero yo quería pensar en cosas más simples, como dormir. —Suspiro—. No creas que tú solo quieres ir de a poco, a mí también me preocupa eso, luego de lo que me ocurrió. La verdad no tenemos miedos tan diferentes. —Me tiemblas los labios por lo inquieta que me siento al hablar del tema.

—Vale, no hablemos de sexo por ahora —contesta serio observando el tiritar de mi boca, luego vuelve a mirar mis ojos—. Vamos a dormir.

Alzo las manos entusiasmada y lo abrazo.

—¡Sí!

—Bueno, pero solo esta noche. —Bufa—. Después vuelves a tus aposentos.

—¡Sí! Y ya verás cómo nuestra comunicación irá mejorando.

Bufa otra vez.

—Supongo.

¡Estoy muy feliz!

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora