Morket
Mi madre sale de su aparente confinamiento y la miro serio, no me sorprendería que ella misma se hubiera encerrado allí.
—¿Qué planeas? —consulto algo enojado, mirando su tranquilidad. Su esencia es tan calmada y su cuerpo emana un leve brillo—. No, mejor dime qué planea Isela.
—Oh, hijo, pasan los años y te vuelves cada día más hermoso, eres el calco de tu padre —declara despacio mientras acaricia mi mejilla—. ¿No saludas a tu madre?
—Madre... —Hago una pausa y le quito la mano despacio—. Estoy enojado.
Hace una pequeña risa.
—Esa tranquilidad sí que no la tiene tu padre.
—Madre, por favor, deja de cambiar el tema y responde mi pregunta.
—Está bien. —Suspira—. Solo porque eres tú.
—¿Y bien? —exijo mientras Aerix y Rebecca se quedan expectantes.
Aunque la respuesta no llega, por un contratiempo, un contratiempo llamado obsesión ¿Qué hace aquí? Papá cruza el gran portón.
—¡Ketran! —chilla mamá y toda su calmada existencia desaparece, para volverse una desesperada, nos empuja a todos para correr hasta él—. Hola, amor —expresa toda sonrojada, así que se pone las manos en las mejillas.
Papá la mira asqueado y expresa su molestia sin titubear:
—Iugh, para esto me mandó Isela aquí, qué asco.
—¡¿No estás feliz de verme?! —ignora su acotación despectiva—. Amo que vengas a escoltarme, me vuelve loca.
A papá le titila un ojo, se le nota la furia, así que Aerix se esconde detrás de mí.
—Madre, respétate —le pido—. Si vas a actuar sin dignidad, mejor que no sea delante de todos, hay muchas personas que te admiran, no hagas esto. —Luego miro a padre—. No causes disturbios, ten más paciencia, estoy seguro de que Isela intenta provocarte. —Giro mi vista a Aerix y susurro—: Ve a buscar a Blus.
Ella asiente despacio, comienza a correr. Papá la sigue con la vista, pero no se mueve porque mamá frunce el ceño, baja sus manos y se pone en medio de su visión, mostrando su lado más frío.
—Préstame atención, soy tu mujer —le exige mi progenitora.
—Ambos sabemos que fue por conveniencia —padre le responde—, y en todo caso, me aburres.
—¡Ketran! —Lo abraza de repente, volviéndole el ánimo.
—Padre, por favor —le pido viendo su enfado—. No queremos que destruyas todo.
—¿Destruir todo? —me contesta papá y luego sonríe—. No, yo solo quiero destruirla a ella. —La agarra del cabello y golpea su cabeza como tres veces en el suelo, rompiéndolo.
Cuando la suelta, mi progenitora se levanta despacio, se acomoda su cuello roto y sus cortes se regeneran. Toda su cara blanca ahora está manchada de un rojo carmesí, pero mamá sonríe de forma amplia, sin importarle nada, por lo tanto decide expresar lo que siente:
—Cómo me excita que me pegues. —Se muerde el labio inferior.
—Madre, por favor —pido otra vez.
Papá furioso echa un rugido que nos aturde a todos y hace mover el suelo, así que agarro a Rebecca para que no caiga en uno de los pozos que creó su enojo. Por su parte mamá sí cae, entonces padre aprovecha para irse, ella sale del fondo y lo sigue. Una vez que ellos están fuera de nuestra línea de visión, se escucha la risa de Isela, la cual ha aparecido de repente, entonces declara con su voz de niña:
—Ja, ja, casi te dice. —Luego cambia a una actitud llena de confianza—: Oye, hermano, tranquilo, no es personal, relájate.
Frunzo el ceño.
—¿Te das cuenta que vas a causar una catástrofe?
—¿Catástrofe? —Enarca una ceja—. Te fijas mucho en mí, hermanito, deberías revisar qué hace la otra —refiriéndose a Cielo.
—Si estás en contra de Cielo estás contra mí —le aclaro.
Cambia de actitud.
—Mi hermano me odia, ay. —Llora de verdad, pues ninguna de sus personalidades finge.
—¿Y qué es esa catástrofe que va a causar Cielo? —intercede Rebecca.
Isela desaparece y aparece al lado de ella.
—Por eso me gustas, piensas todo muy bien —dice con una personalidad seria—. Ah, no lo sé, pero va a ser muy malo, por eso me voy preparando.
Fared
No puedo respirar, muevo mi mano despacio a la herida, entonces abro los ojos, el lugar es muy oscuro y el piso está muy frío, aunque percibo la calidez cerca.
—No te muevas. —Oigo esa voz, entonces me pongo nervioso.
—Madre.
Acaricia mi cabello mientras se mantiene sentada junto a mí.
—Lo siento tanto, Fared. —Hay lágrimas mojando su rostro.
Tomo despacio su mano.
—¿Por qué te disculpas?
Me abraza y me sobresalto.
—Nunca puedo protegerte. —Solloza.
Trago saliva.
—Madre, yo...
—Por favor, no provoques a Cielo —me pide.
Me paralizo.
—Madre ¿Qué dices?
—No la provoques —insiste—. Será peor para ti y para todos, te lo ruego.
—Madre ¿Por qué me dices esto?
—Sufro por ti.
—¿Dónde estamos? —Miro el lugar oscuro, pero que una pequeña luz incandescente nos ilumina a ambos.
—En el Limbo.

ESTÁS LEYENDO
Belleza de las Esencias #6
FantasiSe enfrentaron a Aeistian, padecieron el inframundo, se perdieron en los sueños y ahora toca la respuesta más importante. Porque la verdadera belleza está en el alma. Belleza de las Esencias. *Por Viviana Valeria V.