Fared
Me acomodo la ropa, mirándome al espejo, me sostengo el borde dorado de la yukata ceremonial y me observo de forma detenida. El sastre dijo que volvería a darle unos retoques, pero con sinceridad prefiero que no regrese.
—Permiso. —Veo a Kael entrar a mi cuarto—. Mírate, qué elegante. —Sonríe.
Me giro a mirarlo.
—¿Qué quieres? —digo de manera tosca.
—Solo desearte felicidades.
Ruedo los ojos.
—Sigo sin entender, te he hecho mucho daño a ti y a tu mujer, encima me ayudas con el comité, no comprendo tu amabilidad.
—Qué terco. —Se ríe—. Si digo que está todo perdonado es porque lo está, no soy una persona rencorosa. —Se acerca y apoya su mano en mi hombro, miro sus dedos con un gesto de desagrado—. Escúchame, hermano. —Vuelvo a observarlo a los ojos—. Has hecho mucho por este reino, está prosperando, tu gente se encuentra a salvo y la verdad nos llevamos bastante bien últimamente, deja de vivir en el pasado y disfruta.
Me aparto, alejándome de su toque.
—¿De dónde sacas tanta amabilidad, niño bueno? No pareces hijo de tus padres y se supone que yo soy el ilegítimo.
Se ríe de nuevo.
—Tuve un buen mentor —expresa refiriéndose a Endek.
Vuelvo a rodar los ojos.
—Bien, vete con él y a mí déjame en paz, no tengo tiempo para cosas emotivas, voy a vomitar.
—Estás muy tenso, relájate.
—¿Cómo quieres que me calme? En un rato me voy a casar, cosa que nunca pensé que haría. Además tengo que estar en una fiesta con un montón de gente, ¿quién sabe por cuánto tiempo? Y lo más complicado de todo, voy a tener sexo con Irina, ¿entiendes lo que significa?
—Comprendo que estás nervioso, pero no tienes nada de qué preocuparte.
Me cruzo de brazos.
—Tú porque no eres una escoria de la sociedad, ni un monstruo que puede descontrolarse en cualquier momento.
—Sigues siendo terco, pero lo demás ya lo dejaste atrás —aclara tranquilo y mantiene su sonrisa—. Eres el rey —me recuerda.
—Es solo un título, ya fui rey antes y en ese momento no significó nada.
—Porque antes hacías todo mal, pero ahora vas por el camino recto —expresa con orgullo.
Suspiro.
—Di lo que quieras, no me vas a convencer.
—Tus acciones demuestran lo que aclaro, no tus palabras.
Me titila un ojo.
—¿Estás de broma, cierto?
Me rodea con su brazo y sigue sonriendo triunfante.
—Dime una sola cosa mala que hayas hecho en este tiempo. —Voy a abrir la boca, pero me interrumpe—. No vale el maltrato verbal, un mal día lo puede tener cualquiera.
Lo empujo para apartarme otra vez.
—Te voy a golpear y te vas a desangrar en el suelo, soy capaz.
—Lo dudo, ya no tanto, no eres el de antes.
—No me provoques. —Presiono los dientes.
—No lo hago, solo digo la verdad.
—¿Qué verdad? —Enarco una ceja—. Deliras.
—No necesitas esconderte más, ya no impones miedo, impones respeto y aunque hay miradas despectivas hacia ti, las controlas con mucha sensatez.
—¿Cuándo te vas? —expreso cansando e incómodo—. Tus halagos me desagradan, me haces sentir asqueado.
Se ríe.
—Eso porque no sabes cómo reaccionar ante uno.
—Bueno, ya me felicitaste, me halagaste, me diste consejos que no pedí y hasta me analizaste, ya te puedes ir —expreso nervioso.
—Ah, una cosa más.
—¿Qué? —Bufo.
Se mueve el cabello largo que tiene y veo al hombrecito de Irina, sentado en su hombro.
—Lo estoy cuidando para que no los interrumpa en la noche, que por cierto, él quiere decirte algo.
El enanito se inclina para hablarme:
—Daga, cuidado —advierte.
—¿Qué? —Enarco una ceja.
—Irina dijo que Penqui te llama hombre malo —aclara Kael—. Así que supuse que el mensaje es para ti, por eso también vine para avisarte.
—Cuidado, daga, hombre malo —repite el hombrecito.
¿Una daga? ¿De quién? Qué raro.
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Belleza de las Esencias #6
FantasySe enfrentaron a Aeistian, padecieron el inframundo, se perdieron en los sueños y ahora toca la respuesta más importante. Porque la verdadera belleza está en el alma. Belleza de las Esencias. *Por Viviana Valeria V.