Capítulo 4

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Kael

Una bruma extraña, todo es oscuro, no puedo avanzar sin dar un paso en falso ¿Dónde estoy? Oigo el llanto de un bebé y me detengo. Desconfío, pero voy en esa dirección, hay una cesta, levanto al bebé y deja de llorar.

—Hola, pequeño ¿De dónde has salido? —expreso con sorpresa.

Juro que he vagado por este sitio y jamás había visto a nadie.

Luego de que mi madre me presentó a la Sacerdotisa del Desierto, me llevaron a lo que llamaron el limbo, dicen que es el lugar en donde los muertos van si no pertenecen al cielo ni al infierno.

—Es tu hijo. —Escucho detrás una voz conocida y me giro, visualizando a Irina, su cabello es plateado—. Te tardaste mucho en encontrarlo, qué triste, no sé si hice bien en elegirte entonces.

Frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres? —Miro al bebé.

¿Eso es posible? ¿Tanto tiempo ha pasado?

—Eres un Oráculo —me recuerda—. Y esto es una prueba.

—¿Una prueba? —Alzo la vista.

—Necesito un favor. —Camina hasta mí y se acerca a mi oído—. Quiero que descubras la verdadera personalidad de Isela —susurra como ocultando la información de alguien que no puedo ver.

Me aparto.

—¿De la Diosa de las Esencias?

—Muy bien, has leído libros antiguos —me felicita—. Necesito ese favor de manera urgente, ¿puedes cumplirlo?

—Irina...

Se ríe.

—Mil disculpas, soy Cielo —se presenta—. Belleza del Cielo, Belleza de las Esencias y Diosa del Limbo.

—¿Del Limbo? Pero...

—El antiguo Dios del Limbo me entregó este lugar, no necesitas saber más, Jacky está esperando.

—¿Jaelyne? ¿Cómo sabes...

—Al igual que Isela, manejo todo y quiero saber si a ella le afecta eso, si es la razón de que anda moviendo fichas. Con respecto a Jacky... —Levanta un dedo, señalando hacia arriba—. Ella va a bajar por ahí.

—¿Y solo espero...

—Es conveniente, ya viene Rebecca.

—¿Rebecca está aquí? —consulto y ella asiente.

—Si me permites, llego la hora de visitar a Morket.

Morket

Miro por la ventana y suspiro, giro mi vista, entonces visualizo a Aerix. Se da cuenta que la descubrí, así que sonrío, me acerco hasta ella.

—¿Me estás evitando? —le consulto.

—No, para nada —dice nerviosa.

—¿Segura? Creí que querías pasar, pero no podías porque estaba por aquí.

—No, no, eso suena muy maleducado.

—¿Sabes? —Doy un paso más cerca de ella—. No hemos tenido oportunidad de hablar.

—¡Oh, cielos, qué tarde que es! —Camina para esquivarme, pero no la dejo avanzar mucho cuando la agarro del brazo, así que se detiene a mirarme—. ¿Q... ¿Qué? —Sus mejillas se ruborizan.

—Me estás evitando —reitero en una afirmación esta vez.

Ella despide un hipnotizante olor a jasmín.

—N... no.

—Estoy seguro de que te preguntas, qué hubiera pasado si mi padre no te hubiera llevado con él.

Humedece un momento sus labios y tarde en responder.

—Yo... —Hace una pausa—. Puede ser.

—¿Por eso me evitas? ¿Piensas que podría hacerte daño como mi padre?

—Jamás pensaría eso.

—¿Entonces piensas que hubieras estado mejor? Y estarías en lo correcto, porque no soy como mi padre.

—No pienso nada. —Baja la vista—. Yo solo quiero alejarme del vacío.

—Aquí nunca llegará.

—Eso espero.

—Padre no vendría aquí, el prefiere vivir en el bosque.

Irónico, teniendo en cuenta que ella es Bosque, pero es así, mi padre es como un animal que le gusta permanecer en su hábitat.

—¿Me puedes soltar? —pregunta mirando mi mano en su brazo.

—Te comportas muy tímida a pesar de que te he visto hablar con Blus con mucha confianza y la verdad nadie se atreve a hablarle así a mi hermano.

—Con Blus es diferente, ya lo conozco bastante, convivo con sus ninfas hace tiempo.

Suelto despacio su brazo.

—¿Te consideras una ninfa?

Se ríe.

—Son como niñas rabiosas, no, gracias, aunque ellas sí me consideran una de las suyas.

La observo con deleite.

—Me encanta tu sonrisa —acoto y deja ese gesto.

—Será mejor que me vaya.

—Quiero seguir hablando contigo —le aclaro.

—Pero...

—Si no me dices la razón de evitarme, no dejaré que te vayas.

—No puedo decirte.

Acerco mi rostro al suyo.

—Entonces te dejaré ir, solo si me das un beso —le ofrezco.

—Creo que eso es muy apresurado —opina, pero esta vez con confianza, así que me río.

—Esa actitud me agrada.

—¿Me coqueteas porque soy una Belleza, cierto?

—¿Es muy evidente? —Enarco una ceja.

—Pues no va a pasar.

—¿Por qué no?

—Porque te estoy evitando —al final me lo afirma de forma concreta.

Se da la vuelta para irse, pero la detengo, agarrándola del brazo otra vez, aunque la suelto cuando visualizo a Cielo al cabo del pasillo.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora