Capítulo 66

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Morket

Océano camina por los aposentos que me fueron asignados en el castillo del Reino de los Siete Desiertos y la observo de forma detenida, mientras me quedo sentado al borde de la cama. Es tan extraño tenerla en el cuerpo de una ninfa, pero su personalidad tan definida puede notarse a leguas, incluso aunque me haya engañado con sus artimañas en el pasado.

—No has cambiado nada —opina.

Ella se mantiene quieta observando un cuadro, sin voltearse a verme, pero lista para tirar su veneno en cualquier momento.

—Supongo que te refieres a mi talento —definiéndolo como la forma en que ha manipulado a los demás por años—. Tú sí que cambiaste. —Al fin se gira a observarme, todavía me choca que tenga otro rostro.

Tanto tiempo viéndola con el mismo aire y ahora es otra. Es y no lo es, pero está ahí, es Océano. No sé cómo sentirme.

—¿En qué? —Sonrío—. ¿Puedo saberlo?

—¡Estás enamorado! —Junta sus manos y hace una expresión de burla—. Es tan gracioso. —Se ríe.

Enarco una ceja.

—¿Disculpa? —Me levanto de la cama, camino hasta ella y tomo sus manos—. Siempre he estado enamorado.

Hace una risilla con un tono pícaro, como continuando su burla.

—Quizás, pero es la primera vez que te pones en contra de mí, normalmente eres más neutral.

—¿Te refieres a...

"Es curioso, pero tengo suerte, las oportunidades surgen sin previo aviso."

—Sí, cuando me burlé de que te rechazábamos, me respondiste nombrando de manera indirecta a la otra —refiriéndose a Aerix—. ¿Así que ella no te rechaza? Qué adorable —sigue con su burla—. Seguro te enojarías mucho si la pongo en tu contra, sería tan divertido —expresa con malicia.

Frunzo el ceño.

—¿Disculpa?

—Uh, ya sé enojó directo y no hice nada. —Ríe—. Viste que cambiaste, antes me hubieras dicho que eso te excitaba, curioso, ¿no?

La agarro de la cintura y la acerco hasta mi cuerpo.

—Tú siempre me excitas.

La puerta se abre, entonces vemos a Aerix y Blus llegar.

—¡Te voy a matar! —grita mi hermano mientras Bosque solo se queda paralizada.

Suelto a Océano.

—No puedes matarme, soy inmortal y el Dios de las Tinieblas, no tiene lógica eso —aclaro y cuando veo a Aerix salir corriendo la quiero seguir, pero Blus me detiene, entonces frunzo el ceño—. Déjame pasar —exijo.

—¿Me tienes buscando, controlando y vigilando a nuestros padres para distraerme y así revolcarte con mi ninfa? —expresa indignado.

—No es tu ninfa, es mi mujer en el cuerpo de tu ninfa, así que no me vengas con bobadas.

—¿Bobadas? —Enarca una ceja—. Bobadas es que me juzgues por acostarme con Aerix, luego vayas y hagas lo mismo con Océano.

—No le hice nada y no compares a Bosque con Océano. Océano no es ninguna santa, no necesita de tu protección.

—Cierto, soy autosuficiente —agrega ella—. Condené a un mundo solo por mis caprichos y acciones realizadas por culpa de estos, no como las otras.

—Cállate, cariño, no me estás ayudando. —La observo cansado.

—Creo que ya es hora de que alguien más le enseñe modales —aclara Blus y lo miro extrañado—. Escúchame, Morket, la has dejado hacer lo que quisiera durante demasiado tiempo, con sinceridad todo lo que ocurre es por su culpa. Hubieras prestado más atención a Cielo si esta no se hubiera encaprichado con Desierto y formara todo su lío de maldiciones, provocando que la otra traiga problemas.

—¿Por qué mencionas a Cielo?

—Estás muy ciego, Morket, date cuenta cual es el verdadero problema ¡Espabila!

—¿Hablaste con Isela, cierto? —indago.

—Ese no es el punto, el punto es que sabes que tengo razón, no puedes manejarla. —La señala, entonces la vuelvo a mirar—. Acéptalo, es una bomba de tiempo y ya ni siquiera es una Belleza, ha dejado de ser tu responsabilidad.

Suspiro.

—Tienes razón.

—¡¿Qué?! —gritan Blus y Océano a la vez.

Ella se indigna, camina hasta mí y se prepara para recriminarme:

—¿Qué te pasa? Me parece bien que cambies, ¿pero a ese grado? Por los cielos, no. —Bufa.

—Espera, espera —repite al reaccionar mi hermano—. ¿De verdad estás diciendo que quieres que me la lleve? —Me observa con desconcierto.

—Es evidente que tú sabes más de cómo funciona una ninfa —aclaro—. Además, es verdad, si yo hubiera actuado diferente en el pasado, no estaríamos en este embrollo, así que sí, te doy mi bendición. —Antes de que hable, alzo la mano para callarlo y continuar—. Pero solo si antes, me das también tu aprobación con Bosque.

Su mandíbula se tensa.

—Maldita seas —expresa enfadado—. No estoy de acuerdo.

—Te entrego mi bendición y doy un paso al costado, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo? —exclamo frustrándome—. Tenemos que encontrarnos en paz con esto.

—No quiero, no puedo. He cuidado a Aerix por mucho tiempo, ¿cómo podría darla como un pedazo de carne?

Frunzo el ceño.

—No es un pedazo de carne, solo digo que no te interpongas, que estés de acuerdo, como yo con que cuides a Océano y que le demuestres que no hace falta destruir mundos para estar feliz.

—Oigan, sigo aquí —expresa molesta ella y pone las manos en la cintura—. No necesito un vigilante, yo me largo. —Comienza a caminar, entonces Blus la detiene, sosteniendo su brazo—. ¡Suéltame! —Forcejea y me mira—. ¡¿Vas a dejar que me haga esto?! ¡¡Eres un insensible!!

—No te hizo nada —aclaro y luego vuelvo a hablar con mi hermano—. Escucha, solo necesito que estemos bien, y si no apruebas mi relación con Aerix, no creo que podamos llevarnos de la mejor manera posible.

—¡Bien! —Blus responde reacio—. ¿Pero viste cómo se fue, cierto? Más vale que arregles eso y no andes coqueteando por ahí con tus otras Bellezas. Noté esos celos muy rápido —dice muy serio.

Sonrío.

—Te juro que sí, lo arreglaré, lo prometo. 

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora