Capítulo 43

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Aerix

Corro apenas despierto en la mañana, ya que descubrí que Ketran ha estado haciendo de las suyas en el castillo, así que tengo que asegurarme de que lo pienso que hará, lamentablemente lo que más temía ocurrió.

Están muertas, mis plantas, mi refugio natural se encuentra deteriorado por el vacío.

—Bajar la guardia no es normal en ti, Aerix. —Oigo su voz y me estremezco—. Estar tan lejos del bosque de la fertilidad te ha desgastado, perdiste la práctica. —Escucho sus pasos acercarse, pero no me doy la vuelta—. Pero no te preocupes, un poco de entrenamiento y seguro recuerdas como ser una presa más divertida y que da batalla.

Presiono el puño, tomo toda la fuerza que puedo y me doy la vuelta a mirarlo. Está sonriendo, siempre lo está. Aunque quisiera que esa sonrisa se borrara alguna vez y que sufra por todo lo que ha hecho, es mejor no ponerlo de malhumor.

—Sí, seguramente. —Mis labios tiemblan.

—En el bosque se puede correr y esconderse, aquí te ves tan expuesta, qué triste.

—Tiene razón —me limito a decir.

—¿Te acostaste con Morket? —pregunta sin filtros de la nada y me sobresalto, al ver mi estremecimiento se ríe—. Tienes su aroma, pero no llegaste a tanto, qué inocente.

—¿Por... ¿Por qué preguntas eso? —consulto con miedo a que se enoje.

—Vas muy lento, yo le dije a Isela que no lo embaucarías, eres demasiado inocente para engañar a alguien. —Se acerca para tomar uno de mis cabellos y siento que estoy temblando—. Mírate, tan indefensa.

Respiro con agitación.

—Yo... yo no quiero hacerle daño ni a Morket ni a Blus —confieso.

Se carcajea.

—Más insistas en negarte a las órdenes de Isela, estarás a un paso más para que te lleve conmigo.

Retrocedo apartándome de su toque y frunce ceño.

—Yo... yo estoy bien aquí, me gusta aquí —digo nerviosa.

Sonríe y el alivio me regresa, porque no quiero que se enoje, no quiero catástrofes en mi sistema.

—A mí también —aclara tranquilo—. Es bueno cambiar de ambiente de vez en cuando.

Aunque lo prefiero calmado, su calma me hace sentir insegura. Nunca sé lo que está pensando, pero no es cómo si quisiera saberlo.

Se forma un silencio mientras me observa y siento que me estoy quemando en el peor de los infiernos, solo porque me está mirando.

No deseo pronunciar nada, es probable que generará una idea de parte suya, que puede crear una situación desagradable para mí.

—¿Con Blus sí te acostaste, cierto? —Vuelve al tema anterior.

—Eh... sí, fingí ser Veinticuatro, así que tenía que hacerlo, luego solo se volvió costumbre.

—Me hubiera encantado ver eso, digo, fingir en la cama no debe ser fácil. —Se ríe—. ¿Cuántas veces lo rechazaste antes de intentarlo? Debiste haberlas contado, porque seguro sabías que te iba a preguntar. Sabes lo mucho que disfruto el sufrimiento ajeno ¡Vamos! Dime que fue desagradable.

Bajo la vista.

—No lo recuerdo.

—Dime —insiste, sabiendo que le miento—. No puedes engañarme.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora