Capítulo 77

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Aerix

Lo que sí importa.

A veces nos preocupamos por cosas tan triviales. Curioso que la que aconsejó aquello, sea nada más ni nada menos que Isela. Cada vez la entiendo menos. Sin embargo en este evento, tiene razón. Si todo acabará, mejor permanecer con la persona con la que quieres estar.

—Hola. —Le sonrío y Morket deja de tocar el violín—. No hace falta que frenes, puedo escuchar.

—Prefiero verte —expresa tranquilo—. Me deleita más.

Apoya su instrumento en la pared y se me queda mirando.

—¿En qué piensas? —consulto.

—En ti.

Me río.

—Creí que lo del violín era para distraerte.

—Lo es, me distraigo pensando en ti.

—¿Pero no hay ningún problema? —Ladeo la cabeza.

—En absoluto, estoy muy relajado ¿Tú tienes algún problema?

—Eh... —Hago una pausa, dudando—. No, solo me preguntaba por qué no me perseguías, acosador. —Me río.

—Es que ya no necesito serlo, vienes solita. Lo que por cierto, me excita mucho. —Me observa de manera intensa—. Me encanta —se corrige cuando me sonrojo por su acotación—. Lo siento, no debí decir eso.

—¿Por qué te disculpas? —expreso confundida.

—Es que no quiero apresurar las cosas y hacerte sentir incómoda.

Ruedo los ojos.

—Ya lo hacías antes.

—Ahora es diferente —expresa serio y vuelvo mi mirada hacia él.

—¿Cómo?

—Solo soy tuyo —confiesa en su forma intensa de ser—. No puedo darme el gusto de pasarme y perderte, te quiero cuidar más que a cualquiera.

Mis mejillas arden.

—No... no necesitas darme privilegios o qué sé yo. Además, me agrada como eres, no tienes que cambiar nada.

—No es eso, es que quiero ser atento contigo, pero está bien, haré lo que tú pidas, seré tan intenso como desees.

Cuánto calor.

—Creo que debo ir a los baños. —Me abanico la cara con mi mano, entonces rápido me retiro, corriendo.

Ah, soy una cobarde, debí haberme quedado junto a él, tirarme a sus brazos, abrazarlo y que nunca me suelte. Me quiero morir, qué vergüenza. Decido hacer lo que le dije, entro a los baños. Tengo suerte, no hay nadie. Sonrío, entonces me quito mis prendas. Tomo la toalla, me cubro con esta y agarro el balde para llenarlo de agua. No necesito la pileta, solo sacarme este calor.

Mojo mi cabello y oigo un ruido, así que me sobresalto. Un poco de vergüenza y miedo llega hasta mí, este último se esfuma cuando veo que quien ha entrado es Morket. La sensación es remplazada por calor, mucho calor.

—¿Qué haces aquí? —consulto nerviosa.

—Dijiste que fuera intenso y acosador.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora