Capítulo 67

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Irina

Dinox, el antiguo Dios del Limbo, nos ofrece hospedaje en su castillo. Caminamos por el enorme lugar que trae calma, aunque sigo algo asombrada, así que me sostengo del brazo de Fared.

—Me pregunto si Penqui estará bien —expreso mis pensamientos en voz alta.

—Seguro, ese hombrecito se encontraba con Kael, mi hermano es un santo, lo cuidará bien —responde mi marido.

Mantengo mi vista en sus ojos, mientras seguimos avanzando detrás de Dinox. Todavía no puedo creer que estemos juntos aquí, sin la interferencia de Cielo, aunque lo que más me inquieta, es pensar que ya es mi esposo. O sea nunca pensé que sería así nuestra vida marital, en un mundo extraño y sin tener idea de los planes a futuro.

Ni siquiera nosotros...

Me sonrojo pensando en que a pesar de que estamos casados no consumamos el acto, aun así me alegra, porque no me estaba llevando bien con Cielo y que nuestra noche especial fuera con una tercera en el asunto, ya no me parecía tan agradable. Sé que soy yo, pero no estaba de acuerdo en tener una vocecita más en ese momento, definitivamente no, menos con lo mal que nos tratamos este último tiempo.

—¿Qué pasa? —consulta Fared, viendo que me puse nerviosa—. ¿En qué piensas?

—¡Nada! —chillo—. ¿Y... ¿Y tu mamá? —cambio de tema rápido.

Mueve la vista hacia adelante.

—No sé, de repente desapareció —dice serio.

—¿Crees que Cielo...

—Hemos llegado —expresa Dinox y nos detenemos—. Pueden quedarse con estos aposentos —declara—. Por lo demás, supongo que hablaremos en la mañana, ya es muy tarde.

—¿Aquí corre el tiempo? —consulto.

—Más o menos, es un poco distinto, pero sí.

—Espero nos expliques todo lo que prometiste —exige Fared.

—Por supuesto. —Asiente y se retira.

—¿Será lo de ser inmortal? —opino.

—No sé, pero estoy muy cansado. —Abre las puertas de los aposentos y entra—. Vamos a dormir y después insistiremos en las preguntas.

—A dormir —susurro avergonzada.

—¿Qué? —Se detiene a mirarme cuando entro también al cuarto.

—Nada. —Siento mis mejillas arder—. Ya hemos practicado dormir, creo que puedo con eso.

Parpadea varias veces, dándose cuenta de algo.

—Dioses, no lo pensé.

Mi corazón corre acelerado.

—¿Qué... ¿Qué no pensaste?

—Cielos, niña escandalosa ¿Cómo preguntas eso? —expresa nervioso—. Tú misma lo estuviste pensando todo el camino hasta aquí, se te notó en toda la cara, solo que recién me doy cuenta —exclama desconcertado.

Me sonrojo por completo.

—¡¿Qué?! ¡¡Claro que no!! —chillo e intento disimular—. ¿Y de qué estamos hablando?

—Eres una pervertida, ¿lo sabías? —De sus mejillas también crece un pequeño rubor.

—Fared eres un tomate —digo tímida, luego frunzo el ceño—. ¡Claro que no! Solo me puse nerviosa, estamos casados y en algún momento teníamos que estar en una cama y... y...

Suspira.

—No vamos a hacerlo, no te preocupes, no es el lugar ni el momento, a menos que... no sé, quieras que sea el lugar y el momento. —Pone la mano en la barbilla, pensativo—. Esto es como una ilusión, ¿no? —Analiza lo que dice—. ¿Tendría sentido?

—¿Cómo un sueño húmedo? —consulto incrédula.

Sonríe de lado.

—¿Tienes de esos?

Me sobresalto y sonrojo otra vez.

—¡Cállate, seguro todos tienen! —Alzo los puños—. ¡Tú, seguro tienes, cochino! —Lo señalo.

Se relame los labios.

—Claro que sí.

Me estremezco.

—Bueno, igual no sé, no vamos a hacerlo, estamos atrapados aquí y no es prudente. —Me cruzo de brazos.

—¿Quién sabe qué está haciendo Cielo con tu cuerpo y ni te preocupas?

—Yo me preocuparía más por ti. —Alzo una ceja—. ¿Es tu alma o tu cuerpo lo que está en el Limbo?

—Buena pregunta —exclama serio—. ¿Vamos a dormir o nos vamos a quedar parados hablando? Esta conversación no está llegando a nada —dice con severidad.

Hago puchero.

—No seas malo.

—¿Y qué quieres que te diga? —Alza una ceja—. No estoy de humor, niña escandalosa.

Frunzo el ceño.

—¿Cuándo estás de humor?

—Frenemos, lo voy a arruinar. —Bufa.

—¡Fared! —Me acerco y lo abrazo rápido, así que se sobresalta—. ¿Me amas?

—Sí —susurra.

—Deja de alejarme de ti —pido.

Suspira.

—Niña escandalosa, no sé qué quieres de mí. —Sus labios tiemblan—. Ya hice todo lo que deseabas, incluso me quedé en lugares que detesto, ya no sé qué más hacer, me sofocas.

—Quiero que hagas lo que tú desees, lo que tú quieras justo ahora.

—Eso no está bien —susurra.

—¿Por qué? Muéstrame. Esto es como un sueño ¿Qué podría salir mal? Solo abrázame —pido, agarrándome fuerte y nerviosa, porque definitivamente sé lo que él quiere y aunque me da vergüenza, yo también—. ¡Ay! —chillo cuando al fin me abraza.

—Niña escandalosa, quiero hacerte el amor de forma salvaje.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora