Capítulo 42

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Rebecca

Océano canta y baila mientras camina con mi cuerpo, teniendo una botella del más fino vino.

—¡Océano! —la llama Askar y al fin nos alcanza.

—¿Qué? —dice molesta.

—¡Llevo buscándote por mucho tiempo! —aclara exhausto—. ¡¿Dónde has estado?! —exclama muy enojado.

«Hiciste enfadar a mi marido y eso está difícil, esto demuestra que ya te pasaste de la línea», reprendo a Océano desde el único lugar en que puedo hablar, mi mente.

«Cállate», se queja ella.

—Por allí, por allá, por acullá —le responde a Askar y alza mis brazos—. ¡Por todas partes!

—¿Estás borracha? —Enarca una ceja—. Se acabó, a partir de ahora no vas a ningún lado sin mi permiso.

—¡¿Quién te crees que eres?! —expresa molesta—. ¡Ay! —grita cuando la levanta y la sube a su hombro—. Te aprovechas porque Rebecca tiene sentimientos por ti, pues sino ya te hubiera podido matar ¡Hip! —Tiene hipo.

¿Esa es mi voz de borracha?

Qué horror.

Askar

Camino con Rebecca a cuestas, aunque ahora está la conciencia de Océano, pero no logro avanzar mucho, porque me choco con Irina en el pasillo, casi se me cae mi esposa.

—¡Cuidado! —grito nervioso.

—¡Ay, chiquitito! —Irina busca algo en el suelo, lo agarra y luego se levanta, sonríe—. ¡Uf! Estás a salvo —expresa feliz.

—¿Pero qué... —Veo que tiene un pequeño hombrecito deforme en su mano—. ¿Qué es eso? Jamás había visto algo así.

—Es un sacrilegio de la naturaleza. —Se ríe Océano—. ¡Hip! Creo que voy a vomitar.

—¡No vomites, maldita sea! —me quejo.

—Creo que ya es tarde.

Genial.

—Será mejor que se retiren ahora —avisa Irina—. El Dios de la Fertilidad me viene persiguiendo, no vaya a ser que salgan perjudicados también.

—¿Qué? —me sorprendo—. ¡No!

—Ay, déjame que yo le pateo el trasero. —Se ríe Océano—. Sí que sí, pero mañana, mi estómago está revuelto, ¡todo da vueltas! Ja, ja, ja.

—¡No! —la reprendo—. Tú te bañarás y tomarás alguna hierba o café, para que se te pase lo de loca.

—¡Nunca! —Patalea.

—Mejor vámonos —le digo a Irina y ella asiente, entonces me sigue.

—Quizás ya no me está siguiendo —opina la castaña—. Porque me crucé con ustedes.

—Todo puede ser, pero mejor ocultarse y pedir refuerzos.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora