Jaelyne
Camino con la cabeza en alto y cuando veo a Kael en el pasillo me le acerco con pura confianza, entonces le sonrío.
—Hola, guapo.
Él frunce el ceño.
—¿Qué quieres?
—Ay, se enojó —me burlo y muevo mi pelo para sacar a Penqui de allí—. Toma, te lo olvidaste. —Le aproximo al pequeño hombrecito.
Bufa y acerca su mano para que el diminuto ser camine hasta su palma, entonces lo guía hasta su hombro.
—Si eso es todo, estoy ocupado, Fared sigue desaparecido y tengo que encargarme de sus asuntos con el comité mientras no está.
Mantengo la sonrisa.
—Sigues enfadado —afirmo.
—¿Tú qué crees? —expresa de malhumor—. ¿Creías que esto se iba a arreglar así como así?
—Para nada, solo me fascina.
Se sobresalta.
—¿Disculpa?
—Bueno, siempre me estás siguiendo, ya era hora de que pensaras en ti. —Le doy dos palmaditas en el hombro, en el que no está Penqui—. Bien hecho.
—¿Es un chiste acaso? Porque no estoy de humor.
—Siempre soy yo la que se enoja, algún día te tenía que tocar —digo sin importancia.
—Me caes mal —expresa molesto.
Me río.
—Cálmate, solo estoy jugando.
—Yo no —exclama en seco.
—De acuerdo. —Bufo—. Eres peor que yo enfadado, tú ganas, me voy. —Me giro para retirarme—. Tengo cosas más importantes en vez de discutir contigo.
Toma mi mano, entonces me detiene.
—Exijo una disculpa.
Doy la vuelta a mirarlo.
—¿Por quedarme dormida? —Enarco una ceja—. Solo fue eso, no exageres, muchas veces me he quedado dormida cerca de Rojito.
—¡Ya no es lo mismo! —Alza la voz y noto un rubor en sus mejillas—. Ahora es un hombre.
—Para mí sigue siendo un animal —aclaro.
Se queda perplejo.
—Pero...
—Si ya terminaste, tengo que ir a ver a nuestro hijo, en vez de estar escuchando bobadas.
—¡Jacky! —Me empuja hacia la pared y apoya su frente en la mía—. Me vuelves loco, déjame respirar.
—Eres un intenso, me excitas —declaro sin filtros.
—Jaelyne... —Se muerde el labio inferior.
Sonrío.
—Prefiero Jacky, pero te perdono.
—Yo tengo que perdonarte —dice serio.
Me carcajeo, moviendo un poco mi cuerpo, porque no puedo soltar mis muñecas de sus manos.
—¿Este es el momento tóxico en el que me perdonas con un beso, mi príncipe? —me burlo.
—No, este es el momento sensato en el que me pides disculpas. —Sonríe.
—Pero si no lo siento, ¿de qué sirve? —Enarco una ceja.
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Belleza de las Esencias #6
FantasiaSe enfrentaron a Aeistian, padecieron el inframundo, se perdieron en los sueños y ahora toca la respuesta más importante. Porque la verdadera belleza está en el alma. Belleza de las Esencias. *Por Viviana Valeria V.