Capítulo 27

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Askar

Ya es de noche, entro a mis aposentos de huésped en el castillo y hay más velas que de costumbre. Observo a Rebecca a un costado de la pared, mantiene su espalda allí y sus ojos azules me miran fijamente. Tiene una hermosa sonrisa en el rostro, aunque la siento algo distinta. Estoy un poco confundido porque lleva un camisón, pero no es el de dormir, se ve costoso y de una blanca seda.

—Rebecca, te he estado buscando —le aclaro—. Lo último que supe de ti es que estuviste con los mapas del castillo ¿Encontraste lo que averiguabas?

Camina despacio y sensual hasta mí, apoya sus manos en mis hombros, tiene unas pulseras bonitas en sus muñecas, en ningún momento deja de sonreír.

—Parece que estás de buen humor —opino al ella no responderme—. Y tienes cosas nuevas.

Se acerca a mi boca.

—Te estaba esperando —susurra.

—¿A mí? —Me río—. Qué gracioso, pensar que te he estado buscando, mientras esperabas, siempre estuviste aquí, qué bobo.

—Un bobo lindo. —Se muerde el labio.

—¿Vamos a dormir? —Señalo la cama—. Seguro ha sido un día largo.

—¿No te gusta lo que ves?

—¿Eh? Me encanta, es solo que...

Pone un dedo en mi boca.

—Sh, me vestí así para ti —confiesa, entonces baja su dedo despacio para besarme—. Quiero hacerlo. —Sube su pierna—. O como dirías tú, hagamos bebés.

—¿Desde cuándo eres tan lanzada? —Me río y le bajo la pierna—. ¿Pasa algo? ¡Ay! —Me caigo cuando me empuja a la cama.

Gatea despacio hasta llegar a ponerse encima de mí.

—¿Qué una esposa no puede consentir a su marido? —Desciende lento la parte de arriba de mi yukata.

—Sí, es solo que... normalmente no comenzamos estas situaciones así, entonces me parece raro.

—¿Te parece raro que te dé mi amor? —Comienza a dejar besos en mi torso.

Ya me excité.

—Espera, espera, no llegues hasta ahí abajo. —La detengo.

—¿Por qué? —Enarca una ceja.

—No sé, es que... —Me inclino para sentarme—. Nosotros... quiero decir tú, no quiero que te sientas incómoda.

—¿Incómoda por qué? —Me mira indignada y luego se da cuenta de algo—. Ah, incómoda, eh, pues... yo lo hago porque quiero bla, bla, y además no me siento presionada ni nada de lo que te imaginas, no te preocupes, porque realmente quiero complacerte. —Sonríe.

—¿Fue algo que dije? —consulto insistiendo sobre el tema—. Porque si es por eso, te juro que me retracto enseguida.

Frunce el ceño.

—¡Qué no!

Me río.

—No te enojes, como me dijiste que preferías no hacerlo en este castillo, porque te traía malos recuerdos, yo...

—¿Eso dije? —Enarco una ceja—. Ah, sí, cierto, bueno es que cambié de opinión, nunca superaré mis traumas si no los enfrento.

Sonrío.

—Me encantas. —Tomos sus mejillas y la beso, siento un pinchazo—. ¡Auch! Me pellizcaste —me quejo.

—Yo no fui, digo, sí, quería probar algo nuevo.

—¿Te sientes bien? —digo preocupado.

—¿Qué pregunta estúpida es esa? —Frunce el ceño—. Claro que sí, pero estaré mejor cuando me folles. —Agarra mi rostro y me besa también.

Nuestras lenguas juegas escandalosas, las bocas se tocan una y otra vez. La intensidad del calor aumenta, entonces la giro y soy yo quien ahora está sobre ella. Gime cuando la acaricio, pero hay un problema, me pellizca otra vez.

Respiro agitado.

—No hagas eso —me quejo.

—Perdón, es que no te das cuenta.

—¿Cuenta de qué? —expreso confundido.

—De lo excitada que estoy. —Me da la vuelta y vuelve a ser ella quien está sobre mí, desliza sus manos por mi torso descubierto—. Quiero todo esto.

—Lo tendrás. —Mi pecho sube y baja por la respiración agitada.

Se relame los labios.

—Qué emoción.

—Déjame sentirte mejor. —Paso mis manos por su trasero, pero la adrenalina se esfuma cuando me pellizca otra vez—. Esto no está funcionando. —Bufo.

—Te daré un poco de agua. —Se levanta de sobre mí y se acerca a la jarra que está en la mesita—. El océano sabe cómo encender la lujuria. —Toma del vaso que llenó y ahora que está más cerca de la vela, noto que tiene un mechón celeste.

—El océano —susurro.

Vuelve con el recipiente y se sienta sobre mí. Tranquilo, Askar, te acabas de dar cuenta de que tienes a una diosa encima tuyo, una muy loca, que todavía piensa que te tiene engañado. Será fácil, le dirás que no tienes ganas y Rebecca no se enfadará contigo, por andarte besuqueando con quien no debías. O sea es su cuerpo, pero es como si ella estuviera borracha y yo me aprovechara de eso, por supuesto que eso no está bien.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora