Capítulo 48

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Aerix

¿Por qué tenía que gritarme? Blus parecía muy enojado, debí haberme ido corriendo, pero me asusté.

«Obedece o te irá peor». Un recuerdo llega a mí y me agarra un escalofrío.

Una ninfa me mira de mala manera y olvido lo que estaba pensando, frunzo el ceño.

—¿Qué? —digo molesta.

—¿Por qué sigues aquí?

—Tienes bastante razón. —Suspiro, pero no me voy, me mantengo sentada sobre la mesita. Todos los otros lugares están ocupados por ninfas, la habitación es enorme, pero no alcanza para tantas—. Oye, Diecinueve —llamo a la que me recriminó mi estadía—. ¿Qué son los sentimientos? —pregunto, aunque no creo que lo sepa, es una ninfa, pero quizás como es mayor que las otras, por ahí tengo suerte y lo sabe.

No he dejado de pensar en eso desde mi conversación con Morket.

—¡¿Qué te pasa con Blus?! —gritan la mayoría que escuchó.

—Yo no nombré a Blus. —Enarco una ceja.

—Imposible, todas estamos enamoradas de Blus acá —me recuerda Diecinueve.

Frunzo el ceño.

—Yo no soy una de ustedes.

—¡Estafadora! —grita Trescientos doce.

No les da el cerebro.

—Si no me van a responder, mejor cállense.

—Bien —dice Veintiocho—. Cuando una está enamorada canta y piensa en esa persona especial —explica a su manera, pero podría entenderla.

—¿Estoy enamorada? —Pienso y me viene Morket a la cabeza—. No entiendo, ¿y eso qué significa?, ¿es malo?

—Significa que te gusta, pero con más intensidad, ¡pero aléjate de Blus!

—No estoy pensando en Blus, Blus es mi amigo y me cuida, pero cuando canto no pienso en Blus.

—¿Y en quién piensas? —pregunta curiosa.

—¿En Morket? —expreso no muy convencida de querer decirlo.

—¡Iugh, no! —gritan todas.

—Es tan aburrido —expresa Diecinueve.

—Ni sabe bailar —exclama Cuatrocientos.

—¡Ni siquiera tiene ese cabello sedoso y celeste de nuestro amado! —Suspira Ciento uno.

—Qué feos gustos tienes —opina otra ninfa.

—¿Q... ¿Qué tiene de malo? —consulto.

—Nada. —Mira sus uñas Diecinueve—. Cada una sabrá qué clase de gustos raros tiene, aunque los tuyos, huy, dejan mucho que desear.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué son tan malas? Además, no estoy segura.

—¡Traidora y malagradecida! —me grita Trescientos—. ¡Con todo lo que te da Blus, me das asco!

Me sobresalto.

—Yo... —No tengo por qué seguir escuchando esto. Frunzo el ceño—. Me voy. —Bajo de la mesita, para dirigirme a la puerta.

—No puedes irte, Blus te dio la orden de quedarte —me aclara Diecinueve.

—¡¿Sabes por dónde me meto su orden?! —grito y todas se quedan estupefactas—. Sí, por ahí. —Cierro con fuerza y se escucha el portazo.

Solo necesito un poco de aire, no me estoy yendo, solo intento dejar de sentir esa sensación de estar atrapada.

«Tarde o temprano vuelves, siempre vuelves, me necesitas, mi presa».

Maldita sea y mis recuerdos, que puedo revivir si aparece por estos pasillos, pero por ahora no veo peligro, así que me tengo que tranquilizar.

Un melodioso sonido llega hasta mí y olvido mi tormento al menos por un rato. Me acerco hasta la sala, me quedo agarrada a la entrada, entonces mis ojos se abren en grande al observarlo.

Morket está tocando el violín. Una canción suave, que definitivamente lo representa. Sensaciones agradables llegan a mi persona, es tan pacífico y encantador a la vez.

Suspiro y rápido me cubro la boca al darle cuenta. Él deja de hacer la hermosa melodía, me sonríe y apoya el instrumento cerca de la ventana en la que tocaba.

—Me relaja —me aclara—. No es el que tengo en el inframundo, pero me conseguí uno para distraerme.

Me alejo de la pared en que me sostenía y doy unos pasos hacia él.

—¿Por qué discutías con Blus? No está bien, arréglense.

—Son cosas de hermanos, una pelea constante, no es tan fácil —me explica.

—Pero tú le ofreciste esta tregua y empezaron a llevarse bien, ahora haces lo contrario. No sigas, por favor, no deseo que se peleen por mi culpa, no es correcto —formulo lo que llegué a entender de su discusión al no estar muy cerca.

Suspira.

—Blus es muy terco, solo le hice ver la realidad, si se da cuenta, me lo pensaré.

—¿Darse cuenta de qué? —Enarco una ceja.

—Que está abusando de ti.

Me río sin humor.

—Wow, wow ¿Qué? —Frunzo el ceño—. Claro que no.

Sonríe y me estremezco.

—¿Te gusta acostarte con Blus?

—¿Qué clase de pregunta extraña es esa?

Se pone serio.

—¿Te gusta acostarte con mi padre? —pregunta algo peor.

—¡No! —grito horrorizada.

—¿Te gusta acostarte con Blus? —repite.

—Yo... solo lo hago y ya.

—Ese es el punto, lo haces porque te acostumbraste a hacerlo ¿Sabes por qué no me quisiste besar anoche? Porque no anhelas tener algo físico y ya, no deseas que sea lo mismo, tú quieres otra cosa, algo más profundo, algo que elijas tú misma, por eso.

—No entiendo.

—No importa. —Camina hasta su violín, lo agarra y comienza a tocar la melodía otra vez. Mueve la vara con delicadeza, cierra un momento los ojos para sentir la música, luego los abre para observarme de manera intensa—. Porque sé que lo sabes, pero lo ignoras, lo ignoras por tu confusión, pero no te preocupes, te lo voy a enseñar.

—No sé de qué hablas, pero no necesito que me enseñes nada. —Frunzo el ceño.

Él sonríe.

—Te agrado más de lo que crees.

Me sonrojo.

—Estás imaginando cosas, solo me caes bien, no hay nada "profundo" en... en... en lo que sea que haya aquí entre nosotros, yo qué sé, ¡me voy! —Me giro nerviosa y salgo corriendo.

Cuando creo estar a una distancia prudente, apoyo mi espalda en una pared, para sostenerme y respirar agitada. Hace tanto calor ¿Por qué mi corazón corre tan rápido? Su mirada tan intensa está quemando en mi mente, se impregnó en mis pensamientos y no me puedo quitar la sensación. Algo está muy mal en mí, no comprendo qué me ocurre. Debo ser rara. Sí, eso tiene que ser. 

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora