Capítulo 74

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Océano

No me gusta este cuerpo, pero debo admitir que la agilidad de las ninfas es impresionante. Ni siquiera puedo creer que esté planteándome esto. Me siento un animal y no me molesta. Salto sobre las columnas y la gente me observa raro. Seres inferiores, sus cabecitas insignificantes no comprenden lo sobrenatural, pobres. Lo bueno es que ya no me mareo, aunque no sé si es bueno en realidad, significa que la transición se está completando. Observo el agua que mi esencia de Belleza genera, pues aunque me encuentre en un cuerpo equivocado, eso no hará que deje de tener mi poder, sin embargo todavía me cuesta moverla. Controlar los sueños no, pues el físico de Veinticuatro es de una ninfa de los sueños, por lo tanto es compatible.

«¿No quieres comprobar cuánto puedes controlar ese instinto?».

«Te estoy enseñando ¿No te atreves? Si aprendes rápido, te librarás de mí ¿Qué dices? ¿Aceptas el reto?».

Estúpido, Blus, no te soporto.

Por suerte no cedí a la tentación, aunque por culpa de eso tuve que usar los baños mucho después, qué rabia. Soy un ser superior, voy primera en todo, no es justo que esas ninfas y el patético de ese dios se queden con mi baño ¡Soy Océano, por todos los cielos, el agua es mi territorio! Estoy indignada.

Estoy molesta, más molesta que nunca, necesito echar maldiciones, pero mientras siga en este cuerpo vulnerable y sin entenderlo, no puedo hacer nada. Sin contar que si me muevo, Blus me encontrará. Por algo me escondí en esta columna, ¿no? Aparte de estar acostada y muy cómoda aquí, claro.

Creo que mis días de villana poderosa acabaron. Ya ni puedo molestar a Desierto, que enseguida me están interrumpiendo, es una tragedia. Ni modo, a dormir, el terror será para otro siglo, reencarnación o qué sé yo. Aunque la maldición ya acabó, así que lo de reencarnar ya está cancelado, esperaré un milenio entonces, no me importa. Siempre hay tiempo para planear maldades.

—Ya te encontré —expresa en un tono cantarín y ruedo los ojos—. Baja aquí en este instante.

Blus.

¿Qué se cree? ¿Un padre o qué? Es muy perturbador, si lo conectas con su relación con sus ninfas. Mentira, es gracioso y sucio.

Me inclino, dejando de estar recostada en la columna, entonces lo observo, enarcando una ceja en el proceso.

—¿Ya te he dicho que eres insoportable? Déjame dormir —me quejo.

—Puedes dormir en mi cama. —Mueve las cejas.

—No, gracias.

—¿Qué no tienes sentimientos? —Dramatiza y lo hace muy bien.

—¿Para contigo? Neh.

—¿O sea que si los tienes? —Vuelve a mover ambas cejas.

Me quedo pensativa ante la pregunta.

—Supongo.

—Qué alegría, hay esperanza. —Se ríe.

No soy ese tipo de individuo al que le hicieron daño y por eso quiere vengarse, a mí me gusta lastimar porque ya soy así. Me regocijo con el sufrimiento ajeno, ¿pero tengo sentimientos? Claro que sí, sino no existiría Rebecca y mi obsesión por Desierto.

Curioso es que el detonante para todo lo ocurrido solo fue que no quiso ser mi amiga ¿Curioso? ¡Más bien gracioso! O sea, ¿quién mierda arruina las vidas de muchos solo por una amistad? Ah, sí, yo, qué regocijo.

—Ya baja de ahí —insiste Blus, pero lo ignoro.

Supongo que él hubiera sido así de malo como yo, si no tendría a sus ninfas. Ni sé por qué se queja de su madre por dárselas, algo es algo, yo no tuve nada, yo también quiero siervos.

Belleza de las Esencias #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora