XV. Elegir

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A la mañana siguiente Silvia no estaba en su cama lo cual me pareció bastante extraño, normalmente siempre me despierta cuando sale del cuarto.
Me levanté como de costumbre y me di una ducha, una vez estuve arreglada bajé para desayunar con los demás.

—Buenos días. —Edgardo me saludó.

—Buenos días. —esbocé una sonrisa falsa, se acercó a mi.

—Hicieron muy buen trabajo ayer con los nuevos pósters. —sonrió.

—Gracias, todas nos esforzamos.

Nunca me había sentido tan incómoda al hablar con alguien, pero era Edgardo, ¿qué más podía hacer?

—Hoy las veo de nuevo, provecho con el desayuno.

Finalmente se alejó y pude respirar tranquila.
Más allá de tenerle miedo a ese individuo, le tenía coraje, pero aún así debía de obedecer a sus órdenes como todos las demás.

Llegué hasta el cuarto de los chicos, abrí la puerta y me encontré con Silvia.

—Así que aquí estás. —me crucé de brazos—. ¿Por qué no me despertaste?

—Perdón, estuve en el cuarto de Polly y Luna, perdón por dejarte sola. —hizo un puchero.

Me senté a su lado.

—Además andas de rebelde dejando que Ray entre a nuestro cuarto.

Pude notar sus mejillas enrojecer, un puchero se formó en sus labios y después sonrió.

—Es solo que me gusta dormir con él. —suspiró.

—Ajá... —arqueé una ceja y la miré con malicia.

—No lo tomes por ese lado. —su cara se tornó instantáneamente roja.

—Solo estoy jugando. —reí al escuchar su risa.

Después de desayunar y lavar nuestros dientes, nos reunimos con los chicos en la azotea para que ensayaran ya que tendrían un último concierto y a finales del mes nos iríamos a Puerto Rico de nuevo.

—¿Todo bien? —Raymond llegó agitado hasta nosotras, se sentó a un lado de Luna y posó su brazo alrededor del cuello de mi amiga.

—Más que bien. —respondió Silvia anotando unas cuantas ideas de nuevos pasos de baile en un pequeño cuaderno.

—Alguien no está muy bien. —dijo Polly estrujando las rojizas mejillas de Luna.

—Déjame, estoy más que bien. —respondió la azabache quitando de un manotazo la mano de su amiga.

—Vale, vale. —Raymond se paró—. Las veo más al rato. —se alejó trotando.

Pude ver como a Luna le brillaban los ojos y suspiraba mientras miraba al chico irse.

—Hay que ser obvias pero no tanto. —Polly rió.

Me senté a un lado de Silvia en la pequeña mesa de jardín que habíamos subido con ayuda de los chicos, desde hace rato la había visto escribir ansiosamente en esa libreta color verde.

—¿Qué tienes ahí? —apunté con mi cabeza hacia lo que plasmaba en la hoja.

—Nada. —cerró el cuaderno y me miró pálida.

—Eso no parece nada. —recargué la cabeza con mi mano haciendo una flexión en el brazo mientras la miraba.

Me sonrió nerviosa y se paró con su libreta en brazos.

—Tengo que ir al baño. —apresuró su paso mientras miraba hacia atrás, verificando que no la siguiera, en su afán chocó con Robby—. Perdón. —pronunció caminando aún más rápido.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora