LIV. Unificación

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Carla's POV

Los chicos me acompañaron al aeropuerto para despedirse, Joselo también fue.
Edgardo me insistió mucho en acompañarme en todos los vuelos, luego él regresaría a Puerto Rico solo.

—Solo te dejaré, me aseguraré de que todo esté bien, y me iré. —acomodó sus gafas en su rostro.

—Está bien, no se preocupe. —asentí y entregué mis maletas para que pasaran por la banda de revisión.

Había varias cámaras grabando y tomando fotos, algunos reporteros con micrófonos y fans de Menudo que eran contenidos por los guardias de seguridad del aeropuerto.
Rubén estaba a mi lado, muy nervioso y entristecido. Sostenía mi mano, la acariciaba muy despacio.

Hey, —apreté su mano tratando de llamar tu atención—. ¿estás bien?

Asintió aunque su rostro me dijera lo contrario.

—Voy a estar bien. —recargué mi cabeza en su brazo.

I'm gonna miss you a lot. —sorbió su nariz.

Me di cuenta de que estaba llorando en silencio.

—No llores. —lo abracé.

Comenzó a sollozar y me abrazó muy fuerte.

—Ya tenemos que irnos. —Edgardo llamó mi atención.

—Solo espere un poco. —me separé de Rubén y sequé las lágrimas que caían de sus ojos con mis dedos.

—Te quiero, no lo olvides. —Rubén me besó en la frente y luego dejó un beso en mis labios.

César llegó corriendo hasta donde yo estaba, me abrazó y estrujó. Sergio caminó y me envolvió con sus fuertes extremidades, me deseó un muy feliz viaje; Gina y Mary se abalanzaron encima de mi, abrazándome y llorando conmigo, porque ya no aguantaba más el sentimiento de desprenderme de mi única familia. Joselo, Robert y Rawy solo me abrazaron rápidamente.
Edgardo le indicó a Joselo que cuidara muy bien de los chicos, y le dijo que confiaba en él.
Rubén sostuvo mi mano hasta que atravesé la puerta de "Salidas", se quedó mirándome partir, y yo no podía quitarle la vista de encima; la puerta se cerró y me quedé viendo su silueta borrosa.

—¿Quieres algo? —Edgardo se paró enfrente de un kiosco donde vendían golosinas y bebidas.

—No, gracias. —me senté en la sala de espera.

—Si más al rato tienes hambre, me dices.

Suspiré y recordé el rostro triste de Rubén, las ganas de llorar me invadieron otra vez.
Minutos después nos llamaron a abordar el avión, Edgardo y yo subimos a la gran nave aérea con un poco de temor.

—Haremos una escala en la Ciudad de México, podemos comer algo y luego vamos a La Paz. —comentó con cierta tristeza en su voz.

—Vale. —subimos las escaleras del avión, entramos a este y buscamos nuestros asientos.

No compartimos asiento como tal, él se sentó enfrente de mí. Supe que el viaje iba a ser largo cuando vi la cara que Edgardo pone al no saber de qué hablar, decidí dormir para guardarme el momento de incomodidad.

—Aquí tengo tu cosa esta. —me extendió un collarín para viaje.

—Gracias. —lo tomé y coloqué en mi cuello.

Íbamos a tardar entre ocho y nueve horas en llegar a México, y podía sentir el sueño acercarse.
En cuanto despegamos caí dormida, estaba algo cansada mentalmente por el constante pensamiento de regresar exactamente a la cuidad donde vivía.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora