LII. Amargura

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Hey. —lo miré quitarse su chaqueta.

—Hola. —tallé mis ojos y me senté.

Listen, sé que estuve mal. —se sentó a mi lado—. La verdad no quería que fueras porque ella... me ha insinuado cosas y...

—No te excuses. —vi su rostro entre penumbras—. Algo de responsabilidad también cargas.

—Claro que soy responsable. —exclamó—. Y no quise hacerte sentir mal..., soy un estúpido, ni siquiera merezco que me perdones.

—Oye, óyeme, tampoco es para tanto. —mi carácter se ablandó.

—¿Puedes perdonarme?, please. —su cabeza estaba gacha, yo comenzaba a sobar su espalda.

—Te perdono; desde que te vi allá lo hice... —hice una pausa—. ...pero que te quede claro que estas cosas nunca se olvidan.

I know it. —alzó su mirada y tomó mis manos.

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—Ya es viernes, hagamos una fiesta. —Gina apoyó sus manos sobre mi escritorio.

—Rubén está muy cansado, mañana salimos con Silvia y Ray. —respondí tecleando y escribiendo unas cosas en la computadora.

—Anda, Mary y Robert saldrán, Joselo y Edgardo se llevaran a César al estudio por la tarde y regresan mañana.

—¿Y Rawy? —la miré con cara de cansancio.

—Está enfermo, ¿no recuerdas?

—Claro que lo recuerdo, pero se quedará aquí. Rubén y Cesar también estuvieron enfermos, apenas y pudo cantar el poste ese y César tenía náuseas a cada rato. —regresé mi atención hacia el trabajo que hacía.

—Vamos, Carla. —la chica habló en tono de berrinche.

—Veré si puedo, tengo que terminar esto. —resoplé.

—Bueno, te dejo, yo también tengo trabajo. —rio.

—Nos vemos.

—Me dices tu respuesta. —salió de la habitación.

Probablemente me hacia falta una distracción, eran nuestras últimas semanas en Venezuela y debía de aprovechar la oportunidad.

—Sergio me dijo que quieren hacer una fiesta. —Rubén yacía acostado sobre mi cama.

—Una fiesta de cuatro. —resoplé y reí.

—Podría ser divertido. —se sentó, mirándome acomodar los cuadernos donde dibujaba y escribía ideas.

—Tengo que limpiar. —lo miré por un segundo. 

—Luego puedes limpiar. —sus brazos me abrazaron por detrás, atrayéndome a su cuerpo.

—Rubén. —llamé su atención.

—Carla. —respondió en un tono de burla.

—Ya, tengo que terminar esto. —recibí un beso en la mandíbula, haciendo que riera y perdiera la seriedad del momento.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora