XVIII. El verdadero terror

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Hace tres meses que Ralphy había entrado al grupo, pero Edgardo ni siquiera nos había dejado verlo por "temor" a que lo perjudicáramos.

A inicios de diciembre nos presentaría oficialmente con el chico, y por ahora tenía más cosas por las cuales preocuparme verdaderamente.

Silvia no me había hablado desde hace más de una semana y no tenía ni la menor idea del por qué.
Ni estando juntas en nuestro cuarto me dirigía la palabra.

Un buen día me desperté de mal humor, me levanté de mi cama y justo cuando iba a pasar al baño la puerta se abrió y me golpeó en la nariz, justo en donde Edgardo me había golpeado la vez pasada.

Llevé las manos a mi rostro, un notable gemido de dolor de escapó por mis labios.
Detrás de la puerta salió Silvia, la cual ni siquiera se inmutó en pedirme disculpas.

—Oye, ¿no piensas ni siquiera pedirme perdón por golpearme con la puerta? —volteé a verla con el ceño fruncido.

—¿Yo? —se señaló a sí misma—. Tú eres la que me debes de pedir perdón. —me señaló claramente enojada, su mirada era fulminante.

—¿Por qué yo? —mi respiración se hizo pesada.

—Porque siempre traes a Sergio y estoy cansada de escuchar tus malditos gemidos, Ray y yo ya no podemos tener privacidad, te olvidas de que compartimos cuarto. —me gritó.

—Sí, tienes razón. —exclamé enojada—. Tú tampoco te inmutabas en llegar borracha casi cada vez que salías con Ray. —la señalé—. Y adivina quien te ayudaba, sí yo, tú mejor amiga. —el dolor de la nariz se empezó a esparcir por toda mi cara.

Lágrimas en los ojos de Silvia se empezaban a formar, su barbilla temblaba de la furia y su rostro ya estaba completamente rojo.

—Solo fue una maldita vez. —apretó sus puños.

—Creo que se te ha borrado la memoria de lo mal que te pones. —crucé mis brazos—. Y ahora lloras, se supone que ahora eres mayor que yo, ¿es que siempre vas a... ? —me dio una bofetada.

Una vez con lágrimas corriendo por mis mejillas estaba a punto de gritar.

—Y ahora también me golpeas tú, vaya ejemplo el que te dio Edgardo. —escupí gritando.

—¡Cállate! —gritó ferozmente.

Ray y Sergio entraron a nuestro cuarto justo cuando estaba punto de empujar a Silvia.
Sergio me tomó de la espalda y me separó antes de poder poner una mano encima de ella.

—Suéltame, carajo. —pataleé.

—¿Qué pasa contigo, Carla? —dijo Ray tratando de calmar a Silvia.

—Pregúntale a tu novia. —me solté del agarre de Sergio y me encerré en el baño.

—Sal, por favor. —escuché la voz de Sergio detrás de la puerta.

Era la primera vez que realmente peleaba con Silvia.
Nunca había discutido con ella de esta manera, mucho menos nos habíamos golpeado, las veces que nos enojábamos eran por cosas mínimas y estúpidas, normalmente nos pedíamos disculpas una hora después de haber discutido, pero esto era muy diferente.

Con todo mi orgullo encima salí del baño secando mis lágrimas y encaré a la morena.

—Perdón por todo lo que he hecho. —le hablé seriamente—. No fue mi intención haberte molestado de esa manera con Sergio. —agaché mi cabeza y miré mis pies—. Y también entiendo si no me perdonas. —tomé el picaporte de la puerta de la habitación y salí de ésta.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora