XXIII. Marihuana

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Sergio estaba muy raro desde que llegó de Argentina.
Distante, frío y poco cariñoso algunas veces, otras veces posesivo, celoso y prepotente.

Pude notar que él y Rubén comenzaron a llevarse bien, eso me agradaba, ya que Rubén al ser el más pequeño recibía atención de muchos, pero no de los chicos.

Había olvidado mencionar que Andy ya casi no nos llamaba, afortunadamente todo estaba bien con Nicky, pero él se encontraba ocupado con sus deberes en el grupo.

Con respecto a los cumpleaños, el de Polly, Sergio, Luna, Ray y Silvia ya había pasado, y justo decidimos hacer una pequeña fiesta a finales del mes de marzo.

Todo fue muy lindo a decir verdad, Ray hizo un viaje sorpresa desde Brasil hasta la isla, hubieran visto la reacción de Silvia.
Luna y Raymond ya eran más cercanos que antes, pero el chico se había distanciado de muchos, incluyéndome un poco.
Polly y Charlie se hacían los tontos, pero muy dentro yo sabía que algo estaba por estallar entre los dos.

Yo, por mi parte, me sentía rara.
El ambiente en la casa era o muy pesado o muy agradable, sin puntos medios, y que estuviera pesado me crispaba los nervios.

La situación con Sergio parecía mejorar unos días y empeorar otros, pero tener a Rubén era como una salvación.

—Estás extraña. —escuché una voz detrás de mi.

Me volteé y vi a Raymond.
Le regalé una sonrisa triste y regresé mi mirada hacia el otro lado.

—Perdón por casi no hablarte. —sentí una de sus manos rodearme por los hombros.

—No te preocupes. —lo miré rápidamente—. Sé que estás ocupado.

—Sí, pero no debí de haberte dejado sola, menos en estos momentos. —me sacudió un poco.

—Está bien, ya te dije que está bien. —sonreí con los labios apretados.

—Bueno. —me acercó a su pecho y me abrazó.

De alguna u otra manera, Raymond fue con el primero con el que hablé, era como un hermano para mí, y por supuesto que no tendría porque enojarme con él del todo.

Él y yo hablamos un rato más.
El nuevo disco, la ropa, el estilo y Edgardo eran los temas que predominaban.

Después, lo llamaron a ensayar, y yo me quedé sentada en el pasillo entre La Loma y nuestra casa.

Un olor muy fuerte a hierba quemada me sacó de mis pensamientos.
Era la primera vez que olía algo así. Me puse nerviosa, pues pensé que se estaba quemando el pasto o algún árbol.

Rápidamente me acerqué hacia donde mi nariz me llevó. No era un incendio, era algo mucho peor.

Vi a Sergio sentado en el patio, en el pasto, estaba fumando algo que no era tabaco.
Era marihuana, y no estaba solo.

Una chica morena y delgada yacía a su lado, abrazándolo por la cintura y poniendo su cabeza en su pecho.

—Que bonitos se ven. —me crucé de brazos.

Los saque de su burbuja de amor, ambos lucían sorprendidos ante mi presencia.
Se pusieron pálidos y abrieron sus ojos, estaban asustados.

—No es lo que piensas. —el chico se paró y caminó hacia mí.

—Claro que es lo pienso. —alcé la voz—. Por eso estás así de raro, te estás drogando y encima estás con otra chica. —levanté mi mano y tomé fuerza para después impactar mi palma en su mejilla—. ¡Eres un idiota! —le grité y sentí mis ojos llenarse de lágrimas.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora