XXVIII. Advertencia y refracción

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—Vamos, ya es hora de irnos. —gritó Polly desde el pasillo.

Arrastré mis maletas por toda la longitud del hotel, casi corriendo me dirigí hasta el ascensor y bajé al último piso, donde me encontré con Silvia.

—Hey, apúrate. —le dije animadamente mientras jalaba su brazo.

Juntas nos dirigimos hasta la salida y con ayuda del staff subimos nuestras maletas a un autobús enorme.

Edgardo subió y en medio del pasillo habló.

—Bueno, espero que disfruten este tour, tómenlo como unas vacaciones. —me miró—. Graba cosas con tu cámara, puede servir para hacer una cinta VHS sobre el tour; todos la van a amar. —sonrió.

Resoplé y me dejé caer en un asiento.

Como lo esperaba, Silvia se sentó a un lado mío, su rostro no daba mucho que decir ya que estaba muy seria; sin embargo, algo andaba mal.

En ese momento decidí no hablar, esperé un rato para ver si su carácter mejoraba, pero seguía estando seria y mirando ocasionalmente hacia la ventana.

Aclaré mi garganta y toqué su hombro.

—¿Estás bien? —la miré.

—Sí. —dijo de manera seca.

—Bueno, es que... —me miró atenta—. ... hace días te noto rara, estás muy seria y no eres así. —tosí y miré mis zapatos.

—Estoy bien. —apretó sus labios formando una sonrisa.

—Sabes que cualquier cosa me puedes decir, te escucharé y...

—Es Ray. —confesó triste interrumpiéndome.

Me crucé de piernas y puse toda mi atención hacia ella.

—Lo extraño demasiado. —vi su mirada entristecerse—. Hace mucho que no lo veo, y no sé cuando volveré a reunirme con él.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y me miró.

Había algo cierto en eso, hace días que no se veían, pero supongo que la gota que derramó el vaso fue que el chico estaba más distante, casi no hacían llamadas porque Ray trabajaba persiguiendo su sueño de ser cantante, y Silvia se la pasaba con nosotras.

Ella nunca había demostrado que extrañara a Ray, hablaba mucho de él conmigo, pero nunca la había visto en este estado tan deplorable.

—Tranquila. —la abracé.

Su cabeza se reposó en mi hombro, sus brazos estaban completamente sueltos.
Estaba preocupada por ella; aunque ya sabía que se iría, no sabía como Edgardo lo tomaría.

—El próximo año estarán juntos, solo aguanta hasta que se renueve el contrato y ya no firmas. —acaricié su cabello.

Secó sus lágrimas, sorbió su nariz y se apartó de mí.

Nos quedamos hablando un rato más.
Quería que se desahogara conmigo y eso fue lo que hizo.

Me contó sobre lo mucho que extrañaba hablar con él, verlo y escuchar su risa, que la acaricie y la abrace, dormir juntos y escaparse de la casa solo para ir a ver el atardecer o comer algo.

Cuando menos acordé, se quedó dormida.
No quise molestarla, por lo que me fui a otro asiento y me puse a escuchar música.

Por otro lado, había sido un verdadero esfuerzo de parte de Silvia el poder aprenderse las coreografías.
Algunas partes de nuestro día nos la pasábamos en la azotea del hotel, mirando algunos videos que había descargado en mi celular antes de viajar, y aprendiéndonos todos los pasos.

Cristalina // Rubén Gómez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora