Capítulo 3

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N O V O C A I N E

Creo que la Novocaína corre por mis venas.
No sé cómo amar o como sentirme.
Cuando el sol se vuelve negro y todos decaemos.
No sentiré nada, no cambiaré nada.

La imagen es borrosa, llena de blancos brillantes que lo deslumbran y lo hacen cerrar los ojos con fuerza. Los sonidos son lejanos, un eco que no logra distinguir del todo. Hay alguien junto a él, sus ojos lo están vigilando mientras dice algo, pero Caleb no logra entender lo que sucede ni lo que está diciendo. La cabeza le duele, le punza con mucha fuerza y de pronto siente los músculos entumidos. Ya comienza otra vez, exhala cansado y el pecho le duele. Es peor esta vez, porque siente escalofríos sacudiendo su cuerpo contra su voluntad. El cabello se le pega a la frente debido al sudor y siente toda su ropa húmeda, como si acabara de salir del agua.

—Bebe —ordena una voz. Caleb no ha reaccionado del todo, pero siente que un líquido fresco entra por sus labios y llena su boca. Pasa por su garganta, pero pronto se arquea y vomita a un costado hasta que se siente sin fuerzas y vuelve a desplomarse contra el colchón.

—Parece que tienes todo bajo control, iré a ver al Consejo. —El chirrido de una puerta al abrirse.

—Quieto ahí, Christopher. —La puerta se detiene. El ligero calor que sentía a su lado se aleja—. ¿Tú crees que me lo vas a dejar aquí así?

—Vamos, Jasper, ¿Qué quieres que haga yo? Es obvio que está muriéndose y yo tengo muchas cosas que hacer.

—Tú lo trajiste aquí. Ni siquiera tenías que dejar sobrevivientes.

—¡¿Cómo iba a saber que lo habían mordido?! —La fuerza de la voz trae a Caleb por completo a la realidad.

Con ojos entrecerrados mira a su alrededor. Es una habitación oscura apenas alumbrada por un pequeño foco en el centro del techo. No puede ver ni siquiera las esquinas del cuarto. Suspira, pareciera que su vida siempre estará rodeada de oscuridad.

—¡Eran Aljins! ¡¿Qué creías que hacían con él?!

Caleb gira el rostro y los mira. Ambos se giran hacia él. Primero reconoce al rubio que conoció en la mansión, no puede distinguir sus rasgos porque está lejos de la luz, pero ve su cabello y su piel blanca. A su lado hay otro joven, tiene cabello castaño y piel morena, como él. Hay tres cicatrices que le atraviesan la cara de izquierda a derecha, pasando sobre su nariz y su párpado. Se rinde a ver algo más, porque teme que sean una alucinación, y deja caer la cabeza contra la almohada, emitiendo un profundo quejido de dolor.

—Hey, despierta. —El calor vuelve a su lado y sobre su frente—. Está ardiendo. Necesita sangre. Pronto.

—Ah, sí claro. ¿Quieres que vaya a la tienda a comprar dos litros de sangre de vampiro? ¿Quieres también un jugo y unas galletas?

—¿Puedes dejar el maldito sarcasmo para otro momento? Estamos metidos en esto por TU culpa. Si se muere aquí sabes que el Consejo te echará toda la culpa y no van a perdonarte, en especial porque Joshua escapó. —Un bufido. El aroma a rosas aparece a su derecha, intenso y dulce.

—El Consejo va a matarme si se enteran de esto.

—Igual te matarán si encuentran un humano muerto aquí.

Chasqueo de lengua. Sonido de piel rompiéndose y el aroma, el aroma de ese algo. Caleb abre los ojos de nuevo, impulsado por ese instinto, por esa necesidad imparable de beber. No mira nada más, no es consciente de nada más que del líquido rojo que está goteando contra sus labios. Caleb recoge cada gota con su lengua absorbiéndolas con desesperación hasta que se inclina para atrapar el dedo entre sus labios, sorbiendo con fuerza. Los síntomas cesan de pronto y ese algo sabe diferente. Es casi dulce, casi amargo, casi salado. Es un poco de todo sin ser un todo completo. Su mirada se eleva y se encuentra con los ojos oscuros, observándolo con detenimiento. Puede mirar mejor su rubio cabello cayendo contra su frente, su piel de porcelana y los labios rojos que destacan sobre ella.

BáthoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora