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Sus súplicas combinadas con gemidos no le habían servido de nada, se sentía acalorado, nervioso, temblando de algo intermedio entre el miedo y el placer. Esa mujer no se había detenido hasta tenerlo en medio de la cama suave y estar estimulando su miembro por encima de su ropa. Sus interiores tenían un líquido transparente y pegajoso que solo veía cuando él se tocaba 

—Ahhh mhh—contoneó sus caderas buscando más de los dedos de esa mujer —¡Ahhh Elizabeth! Se siente muy bien...— susurro suavemente, esos ligeros jadeos hacían que la intimidad de Elizabeth se mojara de gozo 

—Tóqueme señor, se que quiere hacerlo —Un pestañeo de esos ojos, un apretón en su bulto, una lengua jugando con el lóbulo de su oreja y olvidando su timidez tomó sus dos pechos entre sus manos empezando a  apretarlos —¡Ahh!— ese fuerte gemido hizo que meliodas se estremeciera y frunciera el ceño, besó su pecho, besó su pezon haciendo que ella tuviera un escalofrío pero cuando ella estaba por abrir la boca; sorpresivamente el blondo se separó de sus pechos y los apretó suavemente 

—Si vas a gemir, quiero que sean gemidos verdaderos. No quiero que finjas eso a mi no me calienta — su voz ronca fue como un partido en su corazón — Se que eres capaz de fingir gemidos y orgasmos. Créeme, puede que sea virgen pero sabré si mientes y no me detendré hasta que te corras de verdad —Eso quizá fue lo más tierno y erotico que le habían dicho jamás 

Dirty ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora