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Elizabeth despertó con la sensación de sentirse completa, su corazón ya no dolía, el frío se había desvanecido pero cuando un tenue olor a comida llegó hasta sus fosas nasales tuvo que abrir los ojos de inmediato. Claro, lo había olvidado, la noche anterior habían aclarado las cosas por completo y por suerte no lo había perdió, debía admitir que no le gustaba ser "la otra", quería ser la única mujer en su vida pero le daría el tiempo suficiente hasta que se armará de valor. Ahora lo difícil sería salir de ahí, ponerse el traje de sirvienta o algo para pasar desapercibida, pasarían más tiempos juntos pero aún debía de volver a su casa.

Solo tomó algo de aire para ganar confianza, se coloco sus zapatos algo húmedos y salió de ahí esperando no encontrarse con la señora de el lugar. Lo único que encontró fue a meliodas desayunando solo, una pareja cocinando y a...

—¿Melascula? —la llamada soltó su plumero de la sorpresa y se dio media vuelta

—¿Elizabeth? ¿Pero que cara...?—

Dirty ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora