Epílogo

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—¡Tía melascula déjame ir! —la voz de un dulce pequeño que luchaba inútilmente contra la fuerza de una mujer resonaba por toda la mansión, menos mal que sus pequeños y agudos gritos era lo que se escuchaba en vez de otra cosa más.

—Créeme pequeño pillo. Me lo agradecerás— gruñó la de cabellos lila tomando fuerte de el brazo a tristan impidiéndole subir las escaleras y sosteniendo de el hombro a el hijo de derieri. Joder, ese día ambas parejas le habían pedido de favor cuidar a sus hijos pues querían algo de momento para si mismos. Malo para ella y galand pues ahora tenían que soportar a dos niños hiperactivos que querían ir con sus padres

—¡Por favor! ¡Debo enseñarle a mamá el nuevo truco que aprendí! —pero la de largos cabellos negó con la cabeza y empezó a arrastras a ambos niños a el jardín de la casa

—¿Qué les parece si mejor hacemos un experimento? —el par de pequeños se miraron al unísono con una sonrisa y se soltaron de el agarre de la joven mujer saliendo a el jardín emocionados para poder hacer algo creativo—Me deben una grande —murmuró algo enojada la dama serpiente siguiendo a los niños. En verdad que esperaba un aumento por esto y debía agradecer que sólo le pidieron cuidar a esos dos y no a el otro par de niños que viene seguido a esa casa

*
Meliodas miraba todo desde la ventana con una sonrisa, amaba a su pequeño hijo. Incluso podía decir que era muy parecido a él, igual de creativo y no podía estarse quieto, eso había sido un problema al principio pero justo ahora adoraba verlo jugar y correr libremente le daba esperanza. En ningún momento pensó tener eso, incluso cuando conoció a elizabeth pensó que ella lo cambiaría por algún pene más grande. Claramente eso no pasó. Zaneri cayó en bancarrota y no sabía a donde había ido a parar, en el fondo sentía lástima por ella.

Su bella amada había prosperado con su veterinaria, ella era genial, los animales la adoraban y cada que alguien llevaba a su mascota parecia que tenía poderes sanadores con los que lograba hacer maravillas. Sin duda era una mujer talentosa en lo que amaba. Dejo de pensar en eso cuando sintió unos brazos abrazándola y se dio media vuelta

Al instante tuvo que abrir los ojos con sorpresa al ver a su preciosa mujer envuelta en un sexy traje de monja mientras le lanzaba miradas de falsa inocencia

—Señor meliodas usted es un pecador —se acercó y empezó a tocar su cara como si quisiera purgarlo de eso. El rubio solo trago en seco y desvío la mirada un poco avergonzado tomando su cintura para atraerla a él

—Conozco todos tus movimientos. No lograrás seducirme—susurro lo suficiente como para que ella lo escuchara y sonriera pícara. Esas palabras le recordaban a la primera noche en la que lo vio ahí sentado completamente avergonzado y con la mirada perdida en el suelo

—¿A sí? —preguntó —¿Conoces este? —

—¡Ahhh! —miró sorprendido como de un momento a otro aquella albina le daba una mordida en su oreja, causando que apretar a el agarre sobre su cintura y su mirada se oscureciera. Bien, lo había conseguido, oficialmente lo había seducido de nuevo—Elizabeth... —gruñó bajo. Antes de que ella pudiera responder el mas bajó la aventó a ala cama y se le subió encima mirándola profundamente. Eso fue suficiente para que un sonrojo se apoderar de su pálido rostro —Creo que tendré que hacerte pecar linda—

—Si es contigo no me importa —solo pudieron volver a besarse aprovechando ese momento que tenían ellos dos juntos. Le debían una grande a melascula por cuidar a su hijo en lo que ellos dos se divertían un poco—¡Ahhhh meliodas! —

 Le debían una grande a melascula por cuidar a su hijo en lo que ellos dos se divertían un poco—¡Ahhhh meliodas! —

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Dirty ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora