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—Señor demon, el señor escanor ya está presente. ¿Le pido pasar? —dos semanas y elizabeth aún se reía de el hecho de llamarlo de esa forma tan formal, incluso meliodas se sonrojaba que lo llamaba de esa forma. Según él eso era excitante pues le hacía sentir como en una historia de amor además de que cuando nadie estaba cerca la secretaria desaparecía casualmente. Solo meliodas sabía que ella se escabullia en su oficina y se dedicaba a donarlo y saltar apasionadamente sobre él y la paga ni se diga, meliodas no mentía al decir que sería algo grande.

—Claro, gracias elizabeth—

—Muy bien, con permiso—

—¡Espera! —la hermosa peli plateada se quedó parada en la puerta mirando con la ceja levantada a su jefe. Meliodas sólo tomó aire con las mejillas rojas, y con un solo dedo le hizo la ceña de que se acercara. Elizabeth solo sonrió coqueta, cerró la puerta a su espalda y luego fue hasta donde él estaba, se sentó en sus piernas con cada una al rededor de las de él y sin preguntarle lo beso apasionadamente. El dueño de esa compañía aceptó gustoso ese contacto llevando su mano hasta su suave trasero para apretarlo y luego a traerla más hacia él por la nuca. Se separaron con un hilo de saliva aun uniendolos y la mirada encendida—Joder cuanto te amo —

—Yo también te amo ternura—meliodas soltó una risa por ese apodo—Ahora, más te vale que te controles en lo que ese señor entra y después si quieres podemos divertirnos—el rubio no tuvo ni que pensarlo. Solo se lanzó a besarla una vez más con una sonrisa y asintió con la cabeza

Dirty ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora