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—¿Elizabeth? —meliodas se escabullia en la oscura habitación buscando a aquella mujer que era dueña de su alma y alzó una ceja. Que extraño, desde que habían llegado ella no había bajado, los empleados se habían ido a almorzar y volvían en un rato, más cortinas estaban corridas dándole a el lugar un aspecto grisáceo pero antes de que pudiera volver a decir su nombre, sintió como ella repentinamente lo abrazaba por detrás y pegaban sus cuerpos.

—Soy toda tuya—le susurro en el odio cosa que le hizo soltar un suspiro. Se dio media vuelta solo para encontrar a su bella mujer enfundada en ese apretado traje de conejita negro mientras pestañeaba con coquetería y jugaba con uno de sus pechos y apretaba su pezon duro. Eso bastó para ponerlo a jadear

Dirty ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora