Capítulo 6 - Estrella del Norte

104 14 29
                                    

El camino hacia el internado había sido una gran experiencia para Josefina. Era la primera vez que pisaba el suelo del Prado. Aquel barrio parecía un paraíso desconectado de la realidad. Con palacios de alta alcurnia erigiéndose hacia el cielo, escondidos entre grandes árboles y ríos donde niños jugaban con sus barquitos y cometas. Tuvieron que cruzar un puente vigilado por ángeles en cada extremo del pasaje. Sin dudas, ese barrio le era totalmente ajeno. Solo los más acaudalados hombres podían permitirse vivir en un sitio como ese.
El internado no era muy diferente a lo que había podido ver. El edificio parecía una catedral al final de un extenso caminito con pinos a ambos lados. Aunque a diferencia del resto de casas, a ese lugar le faltaba más color, algo que le diera vida a pesar de tener a tantas niñas en su haber.

Josefina y los Ferreira fueron recibidos con gran entusiasmo por una mujer canosa de ropas igual de oscuras que el lugar que administraba. Una señora ya bastante veterana y con unos rasgos firmes en su mirada. Según lo que Manuel le contó, aquella mujer había dedicado su vida entera al cuidado de las pequeñas, tal vez incluso al punto de descuidarse a ella misma.

Los Ferreira fueron recibidos como altezas por aquella mujer y sus monjas, sin embargo, las niñas tenían un aspecto de indiferencia, algunas de miedo. Otras preferían no mirar, puede que incluso sus pensamientos estuvieran en otra realidad, así como Josefina, quien permanecía callada ante las risas y el cuchicheo simpático de la señora Nora y la directora. Al parecer había todo un protocolo ensayado con las pequeñas para el recibimiento de los Ferreira. Josefina no pudo evitar pensar que aquello era una absurda muestra de ostentación disfrazada de beneficencia. ¿Qué clase de ser humano espera tanta reverencia por su altruismo? Solo alguien ególatra como ya pensaba que eran aquellos dos.

—Niñas, les tenemos un gran regalo para cada una de ustedes, de parte de nuestros principales benefactores —Les dijo la directora con una sonrisa exagerada que parecía clavada con alfileres.

—Esperamos que se hayan portado muy bien porque Papá Noel les viene por adelantado a todas —respondió la señora Nora bastante simpática, mientras procedía a repartir las muñecas para cada niña—. Son las últimas Ánimas para que jueguen y se diviertan en el recreo. Un pequeño presente para ustedes.

—¿Qué se les dice, niñas? —dijo la directora con una actitud desafiante.

Un "gracias" sin alma sonó al unísono. A Josefina le llamaba la atención que aquellas niñas estuvieran más apagadas que su propio corazón. Recordaba que a su edad ella gustaba de jugar en los charcos sucios de la calle, jugaba con pelotas de medias recicladas o muñecas de trapo, y ya con eso era la niña más felíz del mundo. Sin embargo no sentía esa sensación en aquellas chicas. Y menos en una que se estremeció al punto de entrar en crisis al recibir su muñeca.

—No se preocupen por ella, siempre se pone así —dijo la directora con una sonrisa nerviosa, mientras una monja iba corriendo tras la chica.

—Yo voy por ella —Se ofreció Josefina. La reacción de aquella chica fue de un miedo absoluto que en su vida había sido testigo.

—No hace falta, joven. Ya fue una monja con ella.

—Insisto. Además así conozco un poco más las instalaciones —insistió Josefina ante la mirada atenta de su futuro marido—. Si no les molesta, claro.

—Claro que no querida. Es un buen gesto de su parte, vaya a verla —Le respondió Manuel con una sonrisa.

Josefina fue custodiada por una de las monjas a través de los fríos pasillos. Las paredes estaban llenas de humedad que ofrecían un espectáculo aún más tétrico que los colores grises predominantes de todo el lugar. El olor a encierro se podía oler por cada rincón, parecía que nadie hubiera vivido allí en años.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora