Una nueva mañana acababa de comenzar para las niñas en el internado. El día era frío, ventoso y sin sol. Los vitrales en los enormes pasillos retumbaban amenazando con romperse en cualquier momento. Parecía una mañana poco ideal para salir, pero Irene se estaba aprontando para ello, y Antonia lo había notado.
—Buen día, hermana —Le dijo acercándose a la directora—, ¿va a salir?
—Sí, Antonia. Voy a intentar traer a algún padre. Me quedé pensando en todo lo que me dijeron.
—Pero parece que se avecina una tormenta afuera.
—No me intimida. Vos andá a hacer tus tareas querida —respondió Irene disponiéndose ya a salir.
El cielo afuera se había vuelto oscuro. Vaticinaba una tormenta a la que Irene parecía no temerle. Tal vez fuera porque ya se había enfrentado a tempestades más difíciles de sortear, o porque se estuviera enfrentando a una nueva ahora mismo. O... quizás porque ella misma lo fuera. Aunque las nubes negras taparan el cielo azul, todos sabían lo que ellas escondían a pesar de su naturaleza hostil. Sin embargo, nadie sabía lo que la hermana Irene escondía detrás de su hábito. Y para algunos puede que fuera mejor no saberlo. Todas las personas esconden secretos, pero los de la hermana Irene eran aún más siniestros de lo que se podían imaginar, porque implicaba una vida en juego. Una vida de la que ya no se sabía en mucho tiempo, y que mantenía cautiva en una región desolada de la ciudad.
Encadenada y con frío, allí estaba ella, con horror en sus ojos al verla llegar.
—Hola, Raquel. Espero que hayas dormido bien anoche —Le dijo con una sonrisa cínica—. Te traje algo de comida. Me tuve que ir rápido porque la pesada de Antonia no dejaba de hacer preguntas.
—¿Por qué me hace esto, hermana? —preguntó Raquel sollozando. Su voz parecía no dar más de sí.
—Vos sabés lo que quiero, querida. Y hasta que no colabores, me temo que te vas a tener que quedar acá —Raquel comenzó a llorar desconsolada—. ¡Ay, pero no llores Raquel! ¿Vos sabés todo lo que tuve que hacer para mantenerte acá? La policía te busca, todos en el internado también... ya me tienen harta. No me lastimé a propósito por nada aquel día.
—¡Déjeme ir, por favor! No le voy a decir a nadie —Raquel lloraba sin parar. Sentía mucho temor de aquella novicia.
—¿No vas a comer nada, Raquel? Lo vas a necesitar.
—Por favor... —Las lágrimas le dolían de todos los golpes que había recibido por parte de aquella novicia.
—¿Me vas a decir cómo hiciste para que el diablo te posea? ¿Qué hiciste para llamarlo? ¿Por qué mierda te eligió a vos?
—No lo sé, hermana. Nunca hice nada para que me elija.
—¿Sabés cómo llamarlo?
—¿Por qué quiere llamar a la bestia? —preguntó Raquel conteniendo las lágrimas.
—Porque quiero la misma grandeza que tienen los Ferreira, por eso —confesó la despiadada Irene—. ¡Quiero que me elija a mí! ¿No lo entendés? —bramó desquiciada agarrándola fuerte de los pelos—. Traelo a mí, o no vas a salir viva de acá. ¿Escuchaste?
—No sé cómo hacerlo... viene solo —Irene sacó de entre sus cosas una aguja que disparó los nervios de Raquel—. ¿Qué... qué va a hacer con eso?
—Te voy a tomar una lección, a ver si aprendiste en aquella clase que dimos los métodos de tortura que usaban en la Primera Guerra... ¿te acordás qué hacían con esto? —Raquel negó con la cabeza, e Irene tomó sus manos encadenadas que temblaban del miedo en cuanto la novicia acercaba la aguja a sus uñas. Raquel intentó zafarse, pero no pudo—. ¡Quieta!
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...