Definitivamente era una locura. María Victoria la miraba como esperando que su idea fuera una broma, pero no, Antonia iba muy en serio. Pretendía escapar por la puerta trasera de la enorme cocina que durante el día estaba llena de monjas y niñas que las ayudaban a cocinar, pero que por la noche tan sólo era custodiada por las sombras de lo que se escondía en la oscuridad.
—¿Cómo fingir escapar, Antonia? Esa puerta siempre está cerrada con candado —preguntó María Victoria.
—Tendremos que sacarle la llave a quien la tenga, y yo sé quién es. La encargada de la cocina. La he estado relojeando estos días. Siempre las lleva en el cuello, como un collar.
—No se las quita ni para dormir, ¿te parece que a esa vieja rechoncha le vamos a poder sacar las llaves?
—No sé, hay que intentarlo.
—La hermana Irene —señaló María Victoria—, ella tiene una copia ... o una llave que abre casi todo en el internado.
—Pero ... ¿dónde las tendrá? ¿En su cuarto o en el escritorio?
-Nariz. Tendríamos que fijarnos en los dos lugares —sugirió María Victoria. Aunque a decir verdad, a Antonia le daba pavor volver a poner un pie en aquella oficina.
Aún así, el plan de su compañera le parecía adecuado. Sin embargo, sería difícil llegar a aquellas llaves si no se les ocurrió un rápido señuelo para persuadir a la hermana Irene. Para ello, a Antonia se le ocurrió un truco que antes le había funcionado con la antigua directora ...
—Entonces ... ¿la distraigo para que vos entres? —Preguntó María Victoria repasando el plan.
—Sí ... inventate algo para que vaya corriendo a ver.
Tal parecía que María Victoria había entendido el plan, pero desde el comienzo las cosas no salieron como esperaban cuando vieron a la hermana Irene salir de su oficina con las llaves en mano y dirigiéndose luego a su habitación.
—Bueno, ya descartamos un lugar, ¿no? Oferta María Victoria.
—Sí, el tema es si nos va a funcionar la excusa para que salga.
—¿Por qué?
—Porque se supone que tenemos que estar dormidas, y si alguna se expone, es obvio que nos van a sancionar. Ya estamos en la hora de estar durmiendo —explicó Antonia.
—¿Y si la asustamos?
—¿Cómo? —Antonia la miró con extrañeza.
—Dejame a mí, soy buena asustando niños, con ella solo hay que hacerlo más macabro —respondió María Victoria con un tono pícaro. Juzgando por su cara, algo malvado se le había ocurrido.
***
Ya todo estaba en silencio, la luz de la luna se colaba por la ventana mientras las demás monjas se disponían a rezar en sus cuartos como todas las noches antes de dormir, excepto Irene. Quien miraba con desprecio y cierta burla la imagen de Dios. La noche era su momento favorito del día puesto que cuando se sacaba el hábito de encima, sintió como si diez toneladas de falsedad dejara caer al piso, y volvía a ser la Irene que siempre fue: la vanidosa mujer sin escrúpulos que cepillaba sus largos cabellos dorados frente al espejo ansiando que su destino cambiara. Envidiaba el poder de Nora, quería destruirla pero en el fondo en realidad deseaba ser como ella, y estaba dispuesta a todo por conseguirlo. Incluso a dar su propia alma. Todas las noches se las pasaba deseando lo mismo, pero esta vez sería distinto; esta vez sus deseos sórdidos interrumpidos por un golpe fuerte en la puerta que la haría saltar de conmoción. No obstante, aquello no fue lo más inusual, sino el mensaje que le estado pasado por debajo de la puerta. Estaba escrito en un pedazo de papel cualquiera, y decía: Tu alma será mía . Aquel mensaje le llamó la atención, así como la sombra que se colaba desde afuera a sus pies y que se movió en cuestión de segundos. Lejos de tener miedo, Irene sintió curiosidad. ¿Qué podría significar todo eso? No se iba a quedar ahí sin averiguarlo, por lo que destrancó la puerta y despacio salió por el pasillo, donde vio unas sombras reflejadas y unos pasos que iban y venían entre las penumbras.
ESTÁS LEYENDO
Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...