Capítulo 48 - Peligro a bordo

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Las monjas en el internado apenas se habían recuperado del impacto de ver el verdadero rostro del mal personificado en alguien que se hacía pasar por una de ellas, cuando poco tiempo después la policía y la joven Isabel irrumpieron en el Estrella del Norte en busca de respuestas.

—Estamos buscando a la directora, a la novicia Irene —Les dijo Antúnez de forma tajante.

—La hermana... perdón, esa farsante escapó —respondió la monja que intentó detener su fuga.

—¿Cómo que escapó? —preguntó Isabel algo molesta.

—Hace un rato, la atrapé con una enorme valija...me dijo que se iba de viaje, intenté detenerla pero me apuntó con un arma. Creí que iba a morir —confesó la monja aún impactada.

—Tenemos que irnos ya al puerto —interrumpió Manuel llegando en compañía de Antonia—. Seguro va a intentar escapar del país y se va rumbo a Buenos Aires.

—Señor Ferreira, qué oportuno. También lo estaba buscando —confesó Antúnez mirándolo con suspicacia.

—A las órdenes oficial, pero tenemos que ir ya mismo al puerto a atrapar a esa criminal. Si está armada como dicen es muy peligrosa, y tenemos que actuar en equipo para atraparla —sugirió él. Ninguno de los policías tenía una objeción que hacer.

—Bueno, vamos allá entonces.

—Pero oficial, ¿y los túneles? —preguntó Isabel.

—De eso nos encargamos después. Paciencia. Ustedes dos deberían quedarse acá con las monjas para no correr más riesgo —Les sugirió el oficial a Antonia e Isabel.

—No, yo tengo que ir. Tengo cuentas que ajustar con esa infelíz —Aclaró Antonia. Sin embargo, a pesar de la rabia, se sentía muy felíz y emocionada de ver a Isabel otra vez sana y salva—. Isabel, que bueno que estés con nosotros, te extrañé un montón —Le confesó abrazándola con una gran sonrisa.

—Yo también, Antonia. Estoy muy felíz de verte.

—Señoritas, ustedes dos quédense acá, insisto en que es peligroso para ustedes —Reiteró el oficial Antúnez—. Acá van a estar cuidadas.

—Señor, mire... toda mi vida estuve huyendo, me enfrenté a un montón de situaciones jodidas, a monstruos de todo tipo... hasta al puto diablo le hice frente, así que no le tengo miedo a esa traidora —respondió Antonia en un tono desafiante—. Voy a ir aunque no le guste, señor. Tengo que hacer esto por mi hermana que necesita que la salve, así que no puede negarme ir.

Antúnez parecía conmovido con las palabras de aquella muchacha, y la verdad poco le importaba si iba o no. Tenían que atrapar a Irene antes de que se subiera al barco y fuera demasiado tarde.

—Vámonos, tenemos un barco esperando por nosotros —Les ordenó a todos.

Las patrullas comenzaron su andar hacia el Puerto de Montevideo, donde día a día iban y venían barcos llenos de mercadería, pasajeros que venían huyendo de la crisis de Europa y algunos como la hermana Irene que elegían irse. Sin embargo el tiempo apremiaba, y los nervios se hacían más notorios en cuanto notaban las aguas amenazantes de la bahía. El puerto estaba lleno de gente, muchos inmigrantes que veían con una sonrisa e ilusión la nueva tierra que pisaban, y con nostalgia al mirar hacia el mar.
En la bahía estaba casi listo por zarpar un gran barco con dos enormes chimeneas rojas que se erigían como un par de esfinges que miraban hacia el firmamento.
Antonia, Manuel y Antúnez ingresaron a aquel transatlántico con una orden de captura hacia aquella peligrosa asesina para la que decidieron separarse y así ahorrar tiempo de búsqueda. Aquel lugar era tan grande que encontrar a Irene era como buscar una aguja en un pajar. Pero ninguno se daba por vencido en dicha tarea. Y su esfuerzo sería recompensado cuando entre la multitud lograran ver a la novicia, escabulléndose como una cucaracha entre la muchedumbre al notar su presencia. En ese momento comenzaría la persecusión más estresante de sus vidas, puesto que intentar alcanzar a la monja chocando con tanta gente era un obstáculo a veces difícil de sortear, y del que Irene bien podría tomar ventaja. Aunque solo podría obtener algo de tiempo prestado antes de ser totalmente acorralada por sus crímenes. No tenía escapatoria, y el miedo por primera vez se le notaba en los ojos. Estaba desesperada intentando huir sin rumbo en aquel barco; huyendo de la justicia que estaba a punto de alcanzarla. Y en efecto lo hizo cuando Manuel y Antonia la acorralaron justo en la proa, donde toda una multitud se acercó a presenciar semejante espectáculo.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora