Capítulo 17 - La guerra declarada

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Era el turno de Antonia de enfrentarse a la ley y a aquella oficina que casi le causaba pesadillas de tan solo recordar la última vez en que estuvo allí metida. Ese maldito cuadro seguía colgado allí, a un costado, vigilando sus pasos al entrar. A Antonia le daba escalofríos acordarse de la última vez que lo vio, con sus ojos iluminados en medio de la oscuridad. La radio que le dio la advertencia seguía en el mismo lugar, tal vez todo esto era parte de su amenaza, y el oficial solo era un peón más en su persecución.

—Señorita Ortiz, necesito que me cuente su versión de los hechos... ¿cuándo fue la última vez que vio a Isabel?

—Hace un par de días, hablábamos... de unos acontecimientos extraños que habían pasado —Le dijo titubeando, tenía ganas de inculpar a la directora pero tal vez él era tan facho como ella.

—¿Qué acontecimientos?

—Las tres hemos visto al mal a los ojos, señor. ¿Usté cree en fantasmas?

—No, la verdad no. Solo en Dios.

—Debería. Hay algo siniestro acá, algo que estoy segura que se ha metido en el cuerpo de Raquel y atormentaba a Isabel.

—¿Y qué creés que quería el supuesto demonio con Isabel? —preguntó él un poco molesto con su declaración. Otra más que venía con cosas supersticiosas.

—Acallar su voz.

—¿Por qué querría silenciarla?

—Porque capaz sabía demasiado, y disfrutaba de atormentarla.

—¿Te ha contado qué es lo que sabía?

Todos los caminos estaban conduciendo a Roma, y la carne ya estaba puesta en el asador. Antonia no tenía mucho que perder.

—¿Usted confía en la directora Libertad?

—Es una mujer respetable, sí.

—No responde a mi pregunta, oficial —advirtió Antonia desafiando a Antúnez.

—El que hace las preguntas acá soy yo —Le respondió él de mal modo.

—Debería hacerse un par de preguntas a usted mismo, entonces —Lejos de amedrentarla, Antonia mantenía el control de la situación, o eso creía. El oficial estaba sorprendido.

—¡Sos una chiquita audaz, eh! —afirmó él con un tono algo burlón mientras volvía a anotar en su libretita—. ¿Por qué debería desconfiar de Libertad?

—En este internado han ocurrido desapariciones, ya van cuatro con la de Isabel, si no es que más. ¿Usté no estaba enterado de eso? —Lo increpó, aunque recordando que tal vez ardería como el sol después de semejante osadía. La advertencia había sido clara: desaparecerán uno a uno, hasta que no quede nadie profanando nuestra tierra.

—¿Tiene pruebas Ortiz? —Le preguntó él con un tono de escepticismo.

—No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Estoy hace muy poco acá y creo que he averiguado más que usted en todos estos años —sentenció Antonia, acabando con la paciencia del oficial—. La prueba que podría tener está desaparecida, y debería investigar a las personas correctas antes de querer acusarnos a nosotras que fuimos sus únicas amigas. Con permiso —Antonia terminó el interrogatorio por sí misma, dejando al oficial con mil interrogantes y la boca abierta ante semejante atrevimiento.

No sabía qué iba a suceder con ella de ahora en más, pero cualquier destino era mejor que seguir soportando la influencia del mal en aquel lugar, empezando por la despiadada directora. A quien no parecía alcanzarla la ley. Antúnez se despidió de ella entre susurros y miradas de reojo hacia Antonia y Raquel. Solo ellos sabían lo que estaban secreteando, sin embargo, eso la tenía sin cuidado a Antonia, no así a Raquel, quien se encontraba nerviosa por no saber qué seguía en todo esto. Su miedo era tal que la hermana Irene era su virgen de la guardia, la única en aquel infierno que podría llegar a protegerla, o eso quería creer.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora