Capítulo 12 - Vestigios del pasado

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Josefina había pasado otra noche sin susurros ni ruidos extraños, sin embargo, la impotencia que sentía exprimió hasta la última lágrima que guardaba. Lloró durante toda la noche hasta que sus ojos se llenaron de sequía y vieron estrellas al mínimo movimiento de su cabeza. Al día siguiente, el dolor apabullante se notaba en su rostro demacrado. El rostro de alguien que sentía un dolor aún más grande que el físico: el de un alma encerrada. Manuel notó su triste semblante que siguió hasta el jardín, lo que le generó una incomodidad muy grande de preguntarse si era oportuno acercarse a ella o no. Intuía que algo extraño había pasado con su madre.

—Josefina, ¿se siente bien? —preguntó con miedo a su reacción.

—Sí —respondió ella perdiendo su mirada en el sauce llorón que balanceaba sus hojas con la brisa frente a ella—, solo no tuve una buena noche.

—¿Está segura? —insistió Manuel, sentándose junto a ella en un banquito frente a un gran arbusto—. ¿Le dijo algo inoportuno mi madre ayer?

—No —Josefina se tuvo que morder la lengua para no decir todo lo que tenía atragantado contra esa víbora. En definitiva, esa mujer era su madre, y entre ellos aún no había la confianza necesaria—. Ella lo quiere mucho.

—Le pregunto porque a veces mi madre puede ser... poco ortodoxa, ¿sabe?

—Sin dudas que sí —Fue la forma más amigable que encontró de expresar lo que en verdad pensaba: que ella era un monstruo capaz de todo.

—Yo necesito de todas maneras hablar con usted Josefina. Usted me dijo que no me quiere... prácticamente siente rechazo por mí, ¿por qué decidió volver, entonces?

—No crea en mis tonterías, Manuel. Estaba herida por todo lo de mi hermana, y quería devolverles el daño. Su venganza ya había ido demasiado lejos y me agarré de lo primero que sentí que podía herirlo —Josefina era una experta mintiendo, así lo había hecho con anterioridad, aunque en esta oportunidad debía cerrar el puño con firmeza para no gritarle todo el asco que le tenía a ese tipo y a la perra de su madre.

—¿Y qué es lo que siente por mí?

—Usted... me cae bien, Manuel. Disculpe que me cueste un poco abrirme con los demás. Ya me han hecho mucho daño antes, y me cuesta confiar.

—Yo sé que ese muro que usted puso ante los demás, es para protegerse. Y lo entiendo. Hay algo en usted que me cautivó, además de su clara belleza, y ojalá me permita conocerla aún más.

Josefina jamás se había sentido tan querida por alguien en su vida. Después de tantos golpes de la vida, ser amada por otra persona, y que ésta se interese en ella más allá de lo que podía ver, era algo nuevo. Su odio hacia él se había incrementado, odiaba quererlo de cierta manera. Le parecía detestable que él tuviera la llave para ablandar aunque sea un poco su corazón con esas palabras, la mirada de perrito mojado que siempre hacía y el beso que le acababa de dar bajo el canto de los colibríes y el sauce que acariciaba a lo lejos sus almas con aquellas suaves hojas colgantes.

***

En el internado se respiraba un aire menos armónico y felíz que en la mansión de los Ferreira. Las fuerzas del mal seguían rondando los rincones del Estrella del Norte, y el rumor de que el diablo estaba paseándose aún por los corredores, se extendía como la pólvora. Por su parte, la hermana Irene intentaba averiguar más sobre la naturaleza de los acontecimientos citando a las involucradas en los eventos extraños de anoche.

—Raquel, Isabel... siéntense por favor —Les ordenó a ambas chicas, quienes tenían el miedo reflejado en los ojos—. Necesito que me digan todo lo que pasó anoche.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora