Antonia se había pasado la tarde frente a la ventana aguardando por la llegada de su hermana hasta que llegó el anochecer sin apenas percatarse de ello. La silla ornamental que había puesto para trancar la entrada a su habitación, la mantenía algo tranquila. No confiaba en nadie, ni en los sirvientes. Con el anochecer a la vuelta de la esquina, incluso nuestra propia sombra nos abandona por la tentadora oscuridad. Antonia no podía confiar ni en sus propios pensamientos, que le decían que huya de aquel lugar en cuanto pudiera. Las luces de las velas no la tranquilizaban, todo se veía difuso en aquel cuarto manido. De a ratos su corazón se exaltaba al sentir unos pasos cercanos, sin embargo eran de los sirvientes que iban y venían por toda la mansión. O tal vez, eso quería pensar. Hasta que oyó unos pasos cada vez más próximos antes de forzar la puerta.
—¿Antonia? —Oyó la voz de su hermana del otro lado, dándole la tranquilidad que había necesitado todo este tiempo. Antonia corrió hacia la puerta para dejarla entrar y encerrarse juntas en aquellas cuatro paredes—. ¿Qué pasa, Antonia? ¿Por qué te encerraste? ¡¿Te hicieron algo?!
—No, no. Vas a creer que estoy loca... —Antonia trataba de hallar las palabras para contarle lo que había vivido—, sucedieron cosas extrañas cuando te fuiste. Hay algo raro acá.
—¿Algo como qué? —Josefina se espantó al oírla, un apretón muy fuerte en el pecho le estaba confirmando que no era la única que había vivido eventos extraños.
—Te juro por Dios que sentí a alguien siguiéndome por todos lados... era... no sé. No había nadie ahí, pero lo podía sentir.
—¿Unos suspiros? —Antonia la vio espantada al oír semejante respuesta. Parecía que estaban hablando el mismo código.
—¡Sí! Me seguían a todas partes. Era como si quisieran llevarme a algún sitio —Le explicaba exaltada Antonia, mientras Josefina intentaba contenerla aún sin poder con ella misma—. ¿Cómo sabías de eso? ¿Vos también los sentiste?
—Sí, la otra noche antes que vos vinieras. No pude dormir.
—¡Esta casa está embrujada, Jose! —aseguró Antonia antes de que Josefina le indicara con un gesto que hablara más bajo. Tenía miedo de ser escuchada por Manuel o su madre.
—Hablá más bajo, Antonia. No sabemos si las paredes escuchan acá...
—Creo que los Ferreira tienen algo que esconder. Hay una puerta con candado en la que sentí golpes. Uno de los sirvientes raros de esta casa me sacó rajando de ahí pero no le creí ninguna de las excusas que me dio.
—Yo también creo que hay algo extraño con todos ellos. Cuando estuve en el internado vi algo horroroso —A Josefina se le estrujó el corazón de tan solo recordarlo.
—¿Qué viste?
—También, unos golpes provenientes de un lugar, y después vi a una especie de... muñeca, de tamaño real, con unas cadenas.
—¡Dios! Nadie que esté con Dios tendría espíritus en su casa —afirmó Antonia, aferrándose a la Biblia como nunca antes lo había hecho.
—Sí, no sé. Definitivamente tienen algo que ocultar, algo vinculado a ellos. Y estoy dispuesta a desenterrar eso que esconden —aseguró Josefina ante la mirada atónita de su hermana.
—¡¿Estás loca, Jose?! No vas a hacer nada, tenemos que huir ya mismo.
—No tenemos a dónde ir, Antonia. Y prefiero enfrentarme a espíritus antes que a la cárcel. ¿Te olvidaste ya? Además vos estás en recuperación, no estás para andar huyendo por ahí.
—¡¿Qué importa?! No van a tener cómo encontrarnos si nos escondemos bien.
—¡Estoy cansada de huir, Antonia! Toda nuestra vida ha sido así, y mirá en los líos que te he metido. Dejemos de huir del destino y afrontemos lo que nos toca.
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...