Antonia estaba decidida a llegar al fondo del asunto, y para ello, debía escabullirse entre los laberínticos corredores y sus huecos oscuros si quería aproximarse a la directora. Aquella mujer tenía la llave para desentrañar el misterio que durante años había atormentado a Isabel. Aunque las otras dos chicas no quisieron saber nada con acercarse a la boca del lobo, Antonia no tenía miedo. En su vida se había enfrentado a monstruos peores que ella, y había aprendido a sobrevivir a base de golpes y caídas continuas.
Para llegar a Libertad, tuvo que esquivar la mirada atenta de varias monjas, y hallar atajos hacia la oficina de la directora, siguiendo cada paso de esa señora que se pavoneaba como si fuera la reina de Inglaterra por los corredores. Pocas veces abandonaba su morada, y cuando lo hacía, debía ser por algo de vida o muerte que llevaría tan solo un suspiro de tiempo. Por lo que Antonia debía ser rápida si quería infiltrarse en su oficina y averiguar alguna cosa.
Sin embargo, lo que encontró fue peor de lo que creyó imaginar. Jamás imaginó darse cuenta que el internado era gobernado por una bestia peor de lo que podría haber escuchado por ahí.
Entre sus documentos y cuadernillos, se repetía un símbolo que no daba un buen augurio en una nación que se encontraba por fuera del conflicto que se estaba desatando en Europa. La esvástica nazi adornaba varios de los papeles en su escritorio. «¿Cómo alguien que es simpatizante de un régimen que está acabando con la vida de millones de personas nos puede dar lecciones de moral y buenas costumbres?», pensó Antonia horrorizada mientras buscaba alguna pista del paradero de Ana y Carmen. Su corazón estallaba en mil latidos cuando oía el eco retumbante de los pasos afuera, cualquiera podría ser el de la directora, y si fuera así, estaba literalmente muerta. En aquella oficina no entraba luz solar, era oscura y solitaria, como Libertad. Apenas iluminada por unos faroles colgantes en la pared, y una veladora al costado de su escritorio que de pronto se oscurecieron dejando entrever el retrato que se erigía en la pared, justo por encima de una biblioteca llena de libros. Era el bendito retrato de la señora antigua que estaba en uno de los pasillos, pero más grande, tanto como para que su mirada brillante resaltara más en las penumbras. Casi al mismo tiempo, se encendió la radio que se encontraba sobre el escritorio, reproduciendo lo que parecía ser un efusivo discurso en alemán, acompañado de aplausos y la música de las trompetas. Trompetas que parecían evocar a la muerte en su melodía, mientras la voz recitaba unas palabras que Antonia no conseguía entender, que se distorsionaban y mutaban hacia un mensaje que podía captar a la perfección, y creía que iba dirigido a ella: "Nosotros protegemos al siervo de Dios, pero perseguiremos a aquellos que se conviertan en nuestro enemigo... Desaparecerán uno a uno, hasta que no quede nadie profanando nuestra tierra... Tú, que estás escuchando esto, que quieres brillar como el sol, primero tendrás que arder como él"Aquellas palabras la inquietaron, parecía una amenaza directa proveniente de la voz inconfundible del dictador alemán al que la directora le rendía pleitesía. Sus manos estaban frías del miedo, y su corazón parecía salir por la boca cuando oyó el picaporte de la puerta girando: era la directora, y su fin finalmente había llegado.
Sin embargo, una voz se oyó a lo lejos: ¡Directora, por favor, ayúdenos! Isabel se lastimó el pie y necesita asistencia.
Era la voz de Raquel que se oía desde el corredor, a la que Libertad parecía reacia pero luego de tanta insistencia, terminó cediendo. Dándole la oportunidad a Antonia de escapar de esos ojos brillantes que la observaban desde el cuadro colgado en la pared y que le daba un escalofrío terrible al verlo.
***
Al llegar la noche, Raquel junto a Isabel volvieron de la enfermería, con esta última rengueando, o fingiendo frente a la directora. Antonia captó rápidamente el mensaje antes que las chicas se acercaran.
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...