Capítulo 40 - Ojos que no ven...

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El canto del día había llegado sin siquiera darse cuenta. Manuel ya no estaba junto a ella en el lecho del infierno, por lo que Josefina salió a buscarlo casi sin poder sostenerse. La cabeza aún le dolía, su cuerpo estaba muy débil, y la sensación de irrealidad con el ambiente aún era notoria.

—¿Manuel? ¿Alí? —susurró apoyándose entre las paredes mientras veía que nadie estaba allí. Su vista era difusa—. ¿Alguien? Por favor... —Se lamentaba. ¿Acaso estaba sola?

Sus piernas temblaban como dos gelatinas hasta el punto en que cayó al suelo casi sin poder moverse. A lo lejos escuchó unos pasos distorsionados acercándose, era Manuel.

—¡Josefina! ¿¡Qué le está pasando?! —preguntó asustado—. La voy a llevar al hospital.

Ella clavó sus uñas con dureza en su brazo, y lo miró casi sin reconocerlo.

—No, esto no es algo para médicos. No quiero ningún puto médico que no encuentre nada y me diga que estoy histérica —dijo desafiantemente—. Esto... esto es algo más. Y usted lo sabe.

—No entiendo, Josefina.

—Fátima... yo soy una más. Usted lo sabe, ¿verdad? Usted... usted lo vio —Le dijo con rabia en los ojos.

—¿Qué quiere decir, Josefina?

—Yo soy una más de su colección —Josefina respiraba con dificultad. Casi no conseguía hablar.

—Todas fueron especiales, ninguna es más importante que otra. A todas las amé al igual que ahora la amo a usted, Josefina. Aunque sé que usted no me quiere tanto como yo, y que hace esto por interés, pero le pido por favor que confíe en mí. Usted no es parte de ninguna colección para mí.

—Salve a mi hermana... por favor. Ella... ella está en manos de su aliado político. La tiene de rehén —confesó, ya no tenía nada que perder.

—¿Berenstein? —Manuel no entendía qué estaba sucediendo.

—Sálvela, Manuel. Su vida corre peligro —Le suplicó llorando.

Manuel no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué Berenstein tendría a Antonia de rehén? ¿Cuál sería su propósito? Muchas cosas no cuadraban, pero otras sí. Como las miradas de reojo de Josefina ante la presencia de su amigo, o los desplantes cada vez que venía. ¿Qué escondían? Debía averiguarlo.



***


Después de dejar descansando a Josefina en su lecho de amor, Manuel se retiró con miles de preguntas en su cabeza. Tenía miedo, y no podía esperar para obtener las respuestas a aquello que comenzaba a atormentarlo. Él era un hombre metódico y de soluciones, por lo que sentirse en ese limbo de cuestionamientos le robaba la poca tranquilidad que le quedaba. Y eso fue notado de inmediato por su madre, quien se acercó al verlo con una cara digna de haber visto a un fantasma.

—Manuel, hijo, ¿qué te pasa? —preguntó consternada.

—Josefina está actuando... extraño. No sé qué le pasa —respondió él con la mirada perdida.

—¿Qué le pasa ahora?

—Me dijo que Antonia está... secuestrada.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que secuestrada?

—Y lo peor no es eso, madre. Según ella, fue Berenstein. Arturo la tiene de rehén.

Nora se había quedado más confundida que su hijo. No entendía la relación entre Josefina y Arturo, ni por qué él querría secuestrar a Antonia. ¿Qué ganaría con todo eso? Por más que pensara y repensara, no había respuesta más que hacia un solo lugar...

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora