Antonia buscó furiosa a Manuel por toda la casona. Quería respuestas y un poco de justicia para su hermana, algo que no conocían desde hace muchísimo tiempo atrás.
Después de corretear por toda la mansión, lo encontró hablando por teléfono. Quiso llenarle la cara a golpes, pero lo necesitaba entero para que respondiera a sus preguntas. Sin embargo, no dudó en agarrar un florero que estaba a su derecha y apuntar con rabia hacia él.—¡¿Qué carajos le hicieron a mi hermana?! —gritó iracunda.
—Cálmese, Antonia. Entiendo que esté asustada de verla así, pero no ganamos nada poniéndonos de esta manera.
Antonia rompió el florero en la mesa, quedando en su mano tan solo un cilindro con varias puntas afiladas que apuntaban directamente hacia Manuel.
—¡No me calmo una mierda! ¡¿Qué mierda le hicieron usté y su madre?! ¡¿Por qué la tienen casi muerta en la cama?! ¡Ni siquiera me reconoce!
—No sé, Antonia. Si tuviera una explicación se la daría. Yo también estoy angustiado de verla así.
—Yo creo que sí sabe. Lo mismo que le hizo a las demás, ¿no?
—Por favor, Antonia. Baje eso. Su hermana alcanzó a contarme lo que en verdad pasó con las demás, y que mi madre estuvo involucrada todo este tiempo. De verdad siento mucha vergüenza de enterarme de todo esto. Y créame que si arriesgué mi vida fue para empezar a hacer las cosas bien, para salvarla a usted y a su hermana. —Le confesó temeroso y con las manos en alto—. Le juro que de poder revertir su estado, lo haría.
—Su madre encerraba las almas de sus novias y se las ofrecía al diablo, y eso intentó hacer con Josefina.
—Tengo miedo que su estado deplorable se deba a algún tipo de magia negra que haya practicado mi madre —supuso Manuel.
—Tiene que haber una forma de revertirlo.
—¡El libro! —respondió Manuel exaltado.
—¿Por el que hicieron todo el alboroto?
—Sí.Tenía pinta de ser muy antiguo y mi madre lo cuidaba con recelo. Capaz ahí encontremos la forma de dar vuelta todo esto —Le explicó Manuel, intentando hacer memoria de lo que había sido de su paradero—. Lo tenía la monja esa... Irene.
—Yo la vi irse corriendo con el libro cuando empezó la balacera, justo en el momento en que Alí se estaba muriendo —confesó Antonia—. Quería seguirla pero... no pude.
—Entonces lo tiene ella. Vamos a tener que darnos una vuelta por el Estrella del Norte —Le dijo decidido a todo.
***
Jamás en su vida había deseado estar en el internado como aquel día. Irene le daba gracias incluso a Dios de haber llegado sana y salva con el dichoso libro en manos. Al fin el secreto era suyo, aunque sería difícil ocultarlo.
—¡Directora! ¿Se encuentra bien? —preguntó una de las monjas al verla llegar tan agitada.
—Sí, sí querida. Casi sufro un asalto. Las calles están peligrosas, ya no respetan ni a una pobre monja, ¿vio?
—¡Ay pero qué cosa, hermana! Dios sin duda está con usted.
—Sí, es verdad. Debo estar protegida —añadió con una sonrisa—. Si me disculpan, tengo que volver a mi oficina.
—¡Ah, directora! ¿Pudo hablar con el clero? La joven María Victoria me temo que cada día está peor. Ya ni comer quiere.
—Iba a eso pero casi muero, hermana. Con permiso —Le dijo algo irritada.
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...