Capítulo 18 - La balada del diablo

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El día fue largo para Raquel y Antonia. Parecía una muerte lenta con el corazón en la mano el no saber cuál sería el veredicto final de aquello que podría depararles a futuro. La búsqueda de Isabel continuó pero sin dar frutos, parecía habérsela tragado la tierra sin dejar rastro ni de un minúsculo cabello que pudiera ayudar a dar con su paradero.
La mañana fue intensa, pero la tarde fue agotadora, teniendo que fingir prestar atención en clases cuando la mente y el corazón de ambas estaban en otro lado. Sobre todo el de Raquel, quien se encontraba más inquieta de lo normal, y ni en la capilla al rezar por el alma de Isabel consiguió acallar las voces en su cabeza que le decían que le esperaba el infierno en vida. Antonia intentó calmarla, aunque ella estuviera igual de nerviosa, pero fue en vano.
Ese día todas se habían ido a dormir una hora más temprano, el sol aún brillaba afuera tiñendo al cielo de un rojizo intenso cuando las chicas se fueron a dormir, o fingir que lo hacían. Excepto Raquel, quien fue llevada por la hermana Irene para hablar con ella. Antonia se quedó en su cama esperando por su amiga, quien ya comenzaba a tardar.

***

El camino de Raquel se sentía como un descenso borrascoso al infierno. En un principio creyó que iría a su oficina, pero fue desviada por los oscuros pasillos hacia un lugar parecido a un calabozo oscuro. Un escalofrío recorrió su piel al saber que su ángel de la guardia ya no la podía ayudar. Estaba sola, aunque en aquel lugar la aguardaran la malvada directora, dos curas y otra monja quienes se alumbraban con candeleros y la observaban entrar como si de un juzgado se tratase. Entre medio de ellos, había una cama, tan herrumbrada y fría como en las que dormían cada noche.

—¿Qué es esto? —preguntó Raquel muerta de miedo.

—Será mejor que no te resistas, Raquel —Le aconsejó la hermana Irene tomándola de los hombros.

—¿Qué me van a hacer? —preguntó desesperada.

—Usted tiene al demonio dentro, señorita Espinosa —afirmó la directora mirándola con frivolidad—. Se lo vamos a sacar.

—¡Yo no tengo nada! —aseguró Raquel, siendo ignorada por todos los presentes—. ¡Por favor, déjenme ir!

—Átenla —ordenó la directora.

Raquel no pudo hacer mucho con cuatro personas sosteniéndola de cada extremidad. Les llevó un par de minutos dejarla atada de pies y manos a aquella cama, donde la rodeaban aquellas personas y una oscuridad que cada vez se hacía más presente. Forcejear no le servía de nada. La hermana Irene parecía quererla ignorar como el resto, y en ese momento se dio cuenta que nada podía hacer por ella. Nadie parecía darse cuenta que el demonio estaba justo frente a ellos, con una gran pollera y un sorongo que ataba sus canas. La que necesitaba un exorcismo era esa despiadada mujer, sin embargo, no era a ella a quien le iban a practicar algo tan fuerte. Ninguna súplica parecía importar. Los presentes se agarraron de las manos alrededor de ella. La habían anulado por completo. Ya sin voluntad, su alma quedaba a merced de aquel sacerdote con sotana negra que cargaba entre sus manos la Biblia y el agua sagrada que acababa de bendecir.

Con una mirada temeraria, comenzó su rezo para expulsar al demonio de su cuerpo:

—Te ordeno Satanás, sal de Raquel, sierva de Dios... —Ordenó el padre con un tono imperativo—, te ordeno, Satanás, príncipe de este mundo, que reconozcas el poder de Jesucristo. ¡Vete de esta criatura! —vociferaba el cura ante la mirada atenta de todos los presentes. Las novicias comenzaron a acompañarlo con pequeños rezos al Señor que no hicieron más que desatar la esencia oscura oculta en Raquel—. Te ordeno, Satanás, sal de este criatura, vete, vete en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Raquel empezó a retorcerse en la cama bramando en un tono que no era el dulce y jovial de siempre, sino uno mucho más siniestro. Una voz que fue mutando hacia algo que no era de este mundo; algo insano y macabro que quería escapar y se reflejaba en sus ojos, totalmente ciegos y rodeados por un halo negro en sus párpados que le daban una apariencia sumamente escalofriante. El mal había reaccionado a la palabra del Padre Celestial.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora