Capítulo 42 - Los trapitos al sol

43 10 0
                                    

Josefina había vuelto a despertar, pero se sentía como en un sueño lúcido en el que apenas podía recuperar la movilidad. Sin embargo, no veía todo con la claridad que dicha experiencia le pudiera otorgar. Todo se veía difuso, pero aún así podía distinguir a su marido sentado junto a ella en la cama, esperando pacientemente a que despertara. No veía tan bien como de costumbre, pero le daba para darse cuenta que su cara no era la más felíz que digamos.

—Josefina, ¿cómo se siente? —preguntó él.

—Algo... mareada. No puedo moverme demasiado —Le respondió asustada.

—¿No quiere ir al médico? Llamo a uno.

—No, yo sé lo que está pasando, Manuel. No hace falta que finjamos más.

—Opino lo mismo, ya no hace falta que finjamos. Pero dígame, ¿qué cree que le está pasando?

—Empezó mi proceso, ¿no? Me están robando mis últimos suspiros de vida... para traspasarla a una de sus muñecas, ¿no es así?

—¿De qué está hablando Josefina? —Manuel estaba consternado ante lo que acababa de decir.

—No finja más, Manuel. Yo sé todo, de su familia... de las cosas que hacen con la gente... con su propia gente. Fátima... su tía Concepción. ¿Le suena?

—¿Cómo sabe de mi tía?

—Lo sé todo. ¿Cómo pueden tenerla en esas condiciones?

—Yo recuerdo muy poco de ella. Más las historias que mi madre me ha contado. Y al parecer perdió la cordura hace ya mucho tiempo. Ella mató a mi padre, Josefina.

—No, no fue ella. Fue su madre, Manuel.

—¡¿Qué está diciendo, Josefina?! —Manuel se levantó rápido de la cama indignado con lo que su esposa acababa de decir—. Mi madre podrá ser muchas cosas; podrá ser difícil de tratar, pero ¿asesina? Me rehúso a aceptar que vengo del vientre de una asesina.

—¿No le parece extraño que todas sus novias hayan desaparecido?

—No fueron todas, y tampoco tuve muchas. ¿Está queriendo decir que mi madre es culpable de todas las desgracias de esta familia?

—En gran parte. Me sorprende que no se haya dado cuenta.

—Conozco a mi madre mejor que nadie, y lo que pueda estar pasando creo que excede a nosotros. Hay algo más siniestro detrás, creo yo —Manuel intentaba darle una explicación que evitara admitir que su madre era una asesina.

—Acéptelo, Manuel. Ella y usted nos condenaron a mí y a mi hermana a la desgracia. Haga algo bueno en su vida y salve a mi hermana.

—De eso quería hablarle... porque ya que estamos, usted también tiene secretos, ¿no? ¿Qué relación tiene usted con Berenstein? ¿Qué es lo que le debe?

El silencio más incómodo se interpuso entre los dos. Josefina no sabía cómo reaccionar ni qué decir.

—Creo que ya lo sé todo, Josefina. Solo necesito que me confirme algunas cosas. Usted sabe mucho de mí y de mi familia, pero yo no sé nada de usted.

—Yo también tengo un pasado, Manuel. —confesó ella con pena—. Es una parte de mi historia que no quisiera recordar.

—Lo va a tener que hacer si quiere que confíe en usted —respondió él de forma tajante. Nunca lo había visto tan hostil.

—Yo... eh... —A Josefina le revolvía el estómago de tan solo intentar recordar su pasado—, yo antes de conocerlo... fui prostituta. Por obligación. Mis padres me vendieron para poder comer a ese monstruo con el que usted es tan compinche ahora. Estuve presa algunos años en uno de los burdeles de mala muerte que él dirige y que al ojo público los hace pasar por bar o cabarets para señores ricos como usted que no se dan cuenta de la realidad tan miserable que vivimos muchas chicas como yo. Una noche conseguí huir de aquel sitio, con Antonia a quien mantenía de rehén para que yo no intentara nada. Pero vivíamos escondidas del mundo, con el corazón en la boca sabiendo que una vez que cerráramos los ojos una noche, no teníamos la seguridad de que despertaríamos al día siguiente. Así estuvimos, huyendo y viviendo en la calle hasta que consiguiéramos lo que le debía, toda la plata que había gastado en mí y que también me mantenía presa en ese infierno. Por eso el día que lo secuestramos, fue para poder saldar esa deuda y finalmente quedar libres de ese monstruo —confesó con lágrimas escurriéndose de sus ojos—. Ahí lo tiene, esa es mi realidad, ese es el pasado que me atormenta hasta el sol de hoy, Manuel.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora