Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)

Capítulo 8 - Estrellas en la oscuridad

Josefina corrió a través de las escaleras como alma que lleva el viento, imaginando el peor de los escenarios posibles. Ira, impotencia, temor. Alguien le estaba haciendo daño, ¿sería la bruja canosa de la casa? Si fuera así, aquel sería su último día así tuviera que volver al calabozo al que estaba destinada. Para su sorpresa, en la habitación donde se quedaba con su hermana, se estaba desatando el caos de un juicio al que había llegado tarde. Doña Nora se veía como la jueza, y Antonia como la acusada a la que llevaban a rastras dos guardias de policía.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó Josefina enfurecida de la indignación—. ¡¿Qué hacen?! —Intentó forcejear con los uniformados para evitar que se lleven a su hermana, sin embargo, era imposible hacer algo.

—Tu hermana se robó mis joyas —respondió Nora en un tono desafiante.

—¡Es mentira! Yo no robé nada —gritaba Antonia, pero nadie la escuchaba más que su hermana.

—¿Cómo se atreve a acusarla? ¡¿Dónde están las pruebas?! —increpó Josefina a esa vieja bruja.

—Estaban escondidas entre sus cosas, querida. Igual no me sorprende, ya intentaron robarnos una vez.

—¡Mamá! Basta, seguro es un malentendido esto —intervino Manuel, estando igual de confundido que las hermanas Ortiz.

—No querido, no es ningún malentendido. No quiero a estas criminales bajo nuestro mismo techo.

—¡¿A dónde se la llevan?! —Josefina intentó detener el paso de los policías, pero no podía hacer mucho más que alargar la agonía de verla llorar y ser llevada como un trapo viejo al tacho de basura—. ¡Manuel, haga algo por favor!

—Mamá, pará con todo esto, por favor —Él intentó hacer entrar en razón a su madre, pero nada podía hacer. Aquella mujer era tan obstinada como tenaz.

—No, Manuel. Me lo vas a agradecer —Le dijo Nora dirigiéndose rápidamente a Josefina—. No voy a ser tan mala con tu hermana. Sé que es una menor de edad y no merece estar en la cárcel. Así que creo que debería aprender los buenos modales que vos no le enseñaste... en el Estrella del Norte. Ahí va a estar bien cuidada y va a salir bien portada en un tiempo más.

—¡¿El internado?! —gritó desesperada Josefina. Aquel lugar era peor infierno que la cárcel—. ¡¿Con qué derecho se cree en mandarla ahí?! Yo soy la adulta a cargo de ella.

—Pero yo fui la afectada. Vos no has podido lidiar con ella ni contigo misma. Elegí, o hago la denuncia y se va a un correccional de menores, o se va al internado donde va a estar mejor.

—¡Usted es perversa! —Josefina comenzó a llorar al sentirse en una encrucijada tal. Ver a su hermana peleando por su libertad a pesar de lo mal herida que estaba, le recordó que era más valiente y audaz de lo que ella misma había sido jamás.

Ver que tenía que ceder a un nuevo chantaje de los Ferreira la dejaba devastada. ¿Qué era peor para Antonia? ¿Los vivos, o los muertos? Ella la había metido en esto. No dejaba de culparse por todo lo que le había pasado. Ella la llevó a un abismo tras otro, fracasando en todos sus intentos por rescatarla. Tal vez Nora tenía razón, y alguien más debía hacerse cargo de su destino, al menos por un tiempo, porque ella solo había demostrado que como hermana mayor no daba la talla. Como mentora solo le enseñó a tropezar una y mil veces. Ella no merecía nada de esto, y el odio de Antonia en sus palabras finales estaba justificado. Aquellas sentencia retumbó más fuerte en su cabeza que cualquier respiración siniestra en la oscuridad: ¡Todo es tu culpa! Estás dejando que me envíen a ese lugar donde el mal habita dentro. ¡Te odio, Josefina! ¡Ojalá te mueras!

***

Internado Estrella del Norte

Ya estaba anocheciendo y Antonia llegaba a aquel lúgubre sitio apenas iluminado por las luces del interior que salían por la ventanas. Al salir del patrullero, en la entrada a aquel lugar la esperaban una señora casi tan anciana como la bruja que la llevó hasta ahí, y unas monjas detrás de ella. Nunca en su intrépida vida había sentido tanto miedo y mal rollo.