Capítulo 20 - El precio del silencio

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Josefina no recordaba nada más después de aquel aterrador episodio en el palacio. Lo único que pudo percibir al apenas abrir sus ojos, fue una sala con olor a alcohol y un gran ventanal a su costado. Afuera se veía una fila de grandes árboles que se balanceaban suavemente con la brisa del viento. Cerca de la ventana estaba Manuel, quien se preocupó al verla despertar. Ya no lo veía como un fotograma estático, ahora podía percibir su movimiento en tiempo real, sin embargo, el dolor de cabeza continuaba estallándole la cabeza.

—¡Josefina! ¿Cómo se encuentra? —preguntó Manuel acercándose a su camilla.

—¿Dónde estoy?

—En el hospital. Usted se sintió muy mal y se desvaneció en la fiesta —confesó él, aún preocupado—, la traje enseguida porque me preocupé. ¿Se encuentra mejor?

—Más o menos. El dolor de cabeza sigue —Le dijo ella agarrándose la frente.

—¿Quiere que llame a una enfermera?

—No. De a poco se me irá yendo —supuso ella.

—¿Qué pasó para que se sintiera así? —inquirió Manuel viéndola algo extrañado.

—No sé, Manuel. Fue de repente —Josefina sentía escalofríos de recordar a aquella criatura demoníaca reflejada en el espejo.

—¿Berenstein la hizo sentir mal? La vi hablando con él... y es un tipo medio mal hablado. Si la hizo sentir incómoda solo dígame que lo voy a poner en su sitio.

—¿Él va a ser su aliado político? —preguntó ella, asustada por la posible respuesta.

—Es uno de mis aliados. Tengo pensado hacer mi campaña política con él. ¿Por qué?

—No sé, no me pareció un buen tipo como para exponerse a la opinión pública —Opinó Josefina, quería alejarlo cuanto antes de Manuel—. Es como usted dijo: es un tipo mal hablado y algo grosero.

—¿La hizo sentir mal? —insistió él, le resultaba extraña su reacción, como si al mencionar su nombre se le pusiera el rostro más pálido de lo normal—. Yo sé que sus formas no son las más adecuadas, pero tiene mucha labia y convence, ahora mismo es el que más me conviene para mi campaña.

Sin dudas que Josefina sabía aquello. El tipo era manipulador en todas sus facetas, así como lo había hecho con sus padres, que si bien no tenían perdón de Dios por venderla como un ganado, también entendía que fueron engañados por un futuro lleno de rosas que le había prometido aquel infelíz, el mismo del que temía que Manuel estuviera siendo víctima. Era terrible cómo el destino estaba juntando a sus dos infiernos en uno, le estaba jugando una mala pasada, y ahora ni dentro ni fuera estaba a salvo. La única manera de mantenerse protegida, era usar a Manuel como escudo: era momento de acelerar las cosas con él.

***

En el internado, las cosas iban de mal en peor. Aquel lugar se había llenado de policías que daban vueltas por todos lados sin encontrar pistas del paradero de Isabel, y ahora tampoco de Raquel. Ambas parecían haber sido tragadas por la tierra, y el tiempo se veía detenido en el momento en que no se supo más de ellas.
Antonia, como de costumbre, no podía prestar atención a las clases al ver dos sillas vacías; dos camas vacías, y miles de miedos dando vueltas al ver a todos esos oficiales paseándose preocupados de un lado a otro. Los recreos de media hora parecían no pasar más, se encontraba sola, así como las demás niñas, quienes especulaban sobre los hechos recientes sentadas en ronda en el patio, mientras una de ellas, una gurisa de unos trece años aproximadamente les contaba historias a las más pequeñas como si de un fogón de historias macabras se tratase. Las niñas la miraban con miedo mientras les contaba lo que parecía ser una historia relacionada a Raquel.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora