La noche era la aliada perfecta para escabullirse de las miradas acusatorias de las personas, y más aún de aquellas a las que se les debía rendir cuentas. Alí sabía eso, y aprovechaba el escenario de las sombras para dar sus próximos pasos. Presentía que una guerra se avecinaba para los Ferreira, y debía estar preparado cuando ya no pudiera esquivar las balas. Su escudo estaba en aquel hospital donde dejó a Isabel, y de la cual tuvo muy buenas noticias al llegar. La chica había recobrado la conciencia y se encontraba estable. Al verla sintió una emoción tan grande como si ella fuera su propia hija, aquella que por mucho tiempo había anhelado pero que la vida le había llevado por un camino diferente al que hubiese querido. Allí estaba Isabel comiendo lo que la enfermera le había traído para alimentarse.
—Con permiso —interrumpió Alí quitándose el sombrero—. ¿Cómo está, Isabel?
—Bien, gracias —respondió ella viéndolo incrédula.
—Los dejo solos. Si necesitan alguna cosa peguen el grito que vengo enseguida —Les dijo la simpática enfermera.
Alí no sabía cómo iniciar la conversación, pero debía hacerlo.
—Por un momento creí que se me moría —confesó—. Por suerte la pude traer sin mayores problemas... ¿Cómo hizo para sobrevivir todo este tiempo y llegar a la casa de los Ferreira?
—Ellas me salvaron —dijo Isabel.
—Pero, ¿ellas quiénes?
—Las mujeres encerradas, sus almas me ayudaron a mantenerme viva.
—¿Las vió? —preguntó tembloroso.
—Sí, y una de ellas me recuerda a usted. Tiene sus ojos negros.
A Alí se le empañó la vista, ya no podía contener la emoción.
—¿Cómo se llamaba?
—Fátima. —Alí se largó a llorar, y en ese momento Isabel supo que algo muy fuerte los unía—. ¿Qué era usted de ella?
—Su hermano —Le confesó secándose las lágrimas—. La estuve buscando todo este tiempo.
—Creo... que siempre estuvo donde me encontró. —Le advirtió Isabel.
—Ahí solo hay muñecas.
—No. Tiene que mirar más allá de lo que esconde la superficie.
—¿Qué querés decir, niña? —Alí estaba terriblemente confundido.
—Detrás de esas muñecas hay un infierno oscuro.
—¿Y cómo fue que llegaste hasta ahí?
—Hay dos entradas a ese infierno, y están conectadas.
Alí comenzó a atar cabos y se dió cuenta que lo que decía la gurisa, era que tal vez había un pasadizo secreto que conectaba a la mansión de los Ferreira y al Estrella del Norte.
—Esto lo tiene que saber la monja esa... la hermana Irene —sugirió Alí, sin embargo notó cómo el rostro de Isabel se paralizó al escuchar su nombre—. ¿Estás bien?
—A la hermana Irene no, por favor. —suplicó asustada.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
Isabel se quedó en silencio recordando la última noche en el internado. Todavía sentía escalofríos como si hubieran pasado tan solo un par de horas.
—Ella... ella fue la que me encerró.
—¿Cómo?
—No quiero volver al internado, señor. Por favor no me haga volver. —Le imploró llorando.
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Horror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...