Capítulo 31 - En busca de respuestas

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El tiempo corría acelerado para Josefina. Debía darse prisa antes de que los Ferreira regresaran del entierro y deshacerse de los cuerpos. No era fácil tarea esconder tres cuerpos inertes que no hacían más que derramar sangre por el suelo. Estaba perdida.

—¿Qué voy a hacer ahora? —Se repetía una y otra vez, estaba aterrorizada.

Lo primero que hizo fue alejar los cuerpos de los sirvientes del pasillo del fondo, y llevarlos hasta la cocina. Decidió comenzar con el más difícil: el mayordomo. Aquel hombre pesaba una tonelada, a pesar de ser un tipo alto y delgado. Como pudo lo fue arrastrando, así como a la otra sirvienta quien dejaba un camino de sangre que cruzaba toda la sala principal. Josefina moría de miedo cada vez que pasaba por la puerta y se imaginaba los pasos de los Ferreira acercándose para entrar. Pero lo que no fue imaginación, es cuando oyó un golpazo fuerte en la puerta del fondo que parecía sacudir el suelo junto al polvo ya su mismo corazón. En aquel momento recordó que tal vez su pedido de hace un rato atrás había sido escuchado. «¿Fátima?», Supuso en su mente. ¿Acaso era ella quien acudía a su llamado?

—¡Fátima! ¿Sos vos? Por favor, dame respuestas —Le dijo apoyándose sobre la puerta. Las lágrimas brotaban por sus ojos—. ¿De qué querés que te liberemos? —El tiempo pasaba y no obtenía respuestas—. Por favor, decime algo —Josefina lloraba sin consuelo, sin embargo, el tiempo ya no daba para más.

Debía quitar el último cuerpo del pasillo y limpiar la sangre. Sus brazos dolían de arrastrar tanto peso muerto, y de forma inexplicable, sus brazos estaban más débiles que lo normal. El tiempo apremiaba, y su fuerza perecía ante él. No obstante, sacó un último aliento hasta de donde no tenía para continuar y trapear los pisos en tiempo récord. Con cada segundo que pasaba sintió su corazón palpitar con mayor velocidad. No era para menos, los Ferreira llegarían en cualquier momento, y Josefina pretendía tapar el sol con un dedo. Por más que lo intentara, sería difícil deshacerse de lo que había sucedido en su ausencia, y para su pesar, el tiempo se le había agotado.
Al entrar a su mansión, los Ferreira quedaron horrorizados al ver la ropa de Josefina manchada en sangre.

—¡¿Qué pasó acá ?! —Nora puso un grito en el cielo al verla.

—Señora ... sus sirvientes ... —Josefina no sabía qué decir. Le convenía más contar la verdad, o parte de ella—, sus sirvientes ... intentaron matarme.

—¡¿Cómo es eso posible ?! —Bramó Manuel. Estaba aturdido ante lo que acababa de contar su prometida.

—Fue en la cocina ... no sé, enloquecieron. Tres de ellos intentaron matarme con un cuchillo, y me defendí —Les explicado Josefina.

Nora fue corriendo a la cocina y pegó un grito al ver los cuerpos sin vida de sus empleados.

—¿Vos hiciste esto? ¡Asesina! —Le gritó su suegra.

—Solo me defendí, señora —Josefina estaba al borde de una crisis de nervios.

—No te creo nada. Algo habrás hecho, por eso insististe en quedarte sola, ¿no? ¡Pero qué idiota que fui! —Contestó doña Nora.

—Mamá, cálmate —interrumpió Manuel. Intentaba poner paños fríos a la, situación pero estaba muy confundido.

—¡No, no me voy a calmar! Debimos suponer que esto iba a pasar, ¿o te olvidaste que ella mató a nuestro anterior chofer? —Le recordó su madre. Nora estaba fuera de sí—. ¿Qué le viste a esta asesina, eh Manuel?

—No soy la única, señora —Josefina se mordía los labios para no soltar la lengua de más.

-¿Oh yes? ¿Quién más? ¿Tu hermana? Es otra reventada como vos.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora