El sol ya comenzaba a asomarse por el cuarto de Josefina. Aunque su calidez parecía no penetrar ese sitio lleno de amargura y oscuridad. Misma que la invadía en otra noche en vela pensando en la represalia que su hermana pudo haber vivido por su culpa. Estaba segura del odio que le tenía a Nora, y quería vengarse. Sin embargo, debía ser prudente y no dejarse manipular por los impulsos si quería hacer que esa arpía cayera en su trampa. Debía convertirse en su sombra; seguir cada paso; cada suspiro; cada palabra, y si era posible: cada pensamiento que pasaba por la cabeza de aquella bruja.
Aunque sentía que contaba con Manuel de cierta forma, tampoco creía seguro revelar sus intenciones hacia su hijo. Por más enamorado que él pudiera estar con ella, Nora era su madre, ella fue quien lo parió y lo crió, por lo que no era prudente desatar una guerra entre madre e hijo. Josefina seguía fingiendo que se los tragaba cuando en realidad le provocaban una indigestión de tan solo mirarlos a la cara. No obstante, debía mantener el papel que le habían asignado si quería sobrevivir. Debía destruir al enemigo desde dentro, conociendo cada uno de sus secretos. Y había uno que le llamaba la atención más que la puerta del fondo. La señora Nora parecía ocuparse de todo el negocio familiar; de hablar con los distribuidores de esas malditas muñecas; y de supervisar la fábrica donde mandaba a confeccionarlas. En definitiva, estaba haciendo la labor de un hombre, y que no le correspondía por ser mujer.—Manuel, ¿por qué su madre se encarga del negocio familiar? —preguntó Josefina en uno de sus aburridos paseos por el jardín.
—Ah, es que mi padre está de viaje por Europa, él tiene varios negocios que atender allá.
—Pero ella es mujer, ¿su padre ve con buenos ojos que la esposa se encargue de todo?
—Sí, mientras él está de viaje, la autoriza. En realidad el encargado sería yo, pero estoy en medio de una campaña política, y por eso mi madre cuida de esa parte —Justificó él, pero a Josefina seguía sin convencerle.
—Entonces, ella firma los documentos con su nombre, ¿no? Digo... las leyes no nos dejan firmar a nosotras.
—Sí, exacto. Está autorizada por mi padre mientras siga en pie mi candidatura —respondió él algo serio—. Por cierto, hablando de eso, ahora que ya oficializamos la relación, quisiera presentarla en sociedad, en un lugar muy bonito que seguro conoce, porque cerca de ahí nos conocimos.
—¿Tan pronto? Y... ¿con gente como usted? —Josefina no estaba tan convencida de aquel plan. No se daba con los ricos, y menos con la clase política.
—¿Qué pasa? Nadie le va a hacer nada, Josefina. No voy a dejar que la hagan sentir mal.
—No sé, Manuel. Sigo pensando que estamos yendo muy rápido —respondió preocupada y queriendo cambiar de tema—. Yo quisiera ver a mi hermana la verdad. Necesito saber que está bien.
—¡Por supuesto! Si quiere hoy mismo vamos a verla.
—¿No hay que pedirle permiso a su madre o a la directora esa?
—No. Yo no voy casi nunca pero ahora sí tengo motivos para ir cuando a mí se me dé la gana. Y nosotros somos los que sostenemos ese internado, así que la directora no puede decir ni un 'pero' a que vayamos.
Josefina se sentía tranquila e impaciente al mismo tiempo. Quería ver a su hermana, pero temía que algo malo le hubieran hecho, o de su misma reacción al verla. También tenía miedo de ceder a la presión de ser presentada ante una sociedad de la que nunca se iba a sentir parte.
Aunque sentía cierta tranquilidad de tener a Manuel como una especie de aliado en aquel infierno, había algo que le resonaba como un sin sentido: que jamás habían mencionado a su padre hasta ahora. Siquiera sabe su nombre. ¿Por qué en esa casa actúan como si no existiera? De ella dependía obtener una respuesta.
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Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)
Terror¿Qué serías capaz de hacer para evitar algo marcado por el destino? Josefina tuvo que cambiar su felicidad por la libertad. Manuel le propuso tener un matrimonio a cambio de liberarla de su condena. Él la ve como una muñeca; ella como su próximo jug...