Capítulo 29 - Invitación a mi muerte

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Nora llegó a la oficina de su fallecida amiga custodiada por Irene, quien parecía ser toda una cajita de sorpresas lista para darle una puñalada cuando menos se lo esperara. No podía fiarse de esa tipa, ni de sus intenciones detrás de su hostilidad disfrazada con la sonrisa típica de un lobo en piel de cordero.

—Verá, doña Nora... aquella noche me estaba preparando para rezar, como todas las noches. Ya sabe, cosas de monja, cuando oí unos gritos desesperados, y fui a ver...

Estrella del Norte – Tres noches antes

Esa noche Irene había tirado con más ganas la Biblia al suelo que lo que lo hacía cotidianamente antes de dormir. Esta vez, no leería ningún pasaje en busca de un milagro, ni tampoco dormiría temprano como la directora lo esperaba. Había oído un grito desesperado de abajo, que al parecer nadie más había oído, porque entre las sombras solo se veía el reflejo de su candelero mientras merodeaba por los pasillos, no sin antes ir algo... preparada ante alguna eventualidad. No obstante, después de tanto silencio y pasos ahogados entre los recovecos solitarios del internado, pudo ser testigo de un par de ancianos espectrales bailando al son de paraguas y bastones mientras una niebla fantasmal los rodeaba. Detrás de ellos, alguien parecía recitar aquella misma canción que le había perturbado durante varias noches: A la una, sale la luna... a las dos, suena el reloj... a las tres, mi rostro ves...
Irene pensó que al fin se le estaba cumpliendo el milagro, el diablo se había aparecido ante ella. Sin embargo, no parecía seguirla a ella, sino a Libertad, quien se hallaba perdida y desesperada, intentando huir de aquellas personas a las que descalificaba como "negros de mierda" mientras les exigía que se alejaran de ella. Aquella señora temblaba con crucifijo en mano encomendándose a Dios, cuando en realidad siempre había sido su escudo para cometer los más terribles actos; su expiación de los pecados más abominables que perpetuaba día tras día. Dios la había abandonado, y cuando se dio cuenta, huyó despavorida notando que Irene estaba allí, observando todo tan perpleja como ella. La tomó de la mano y se encerraron en la biblioteca esperando que aquellos extraños al fin se fueran. Fue el momento en que Libertad le confesó:

—Esos negros vienen por mí, me quieren matar... yo sabía que no tenía que meterme en esto —decía caminando nerviosa de un lado a otro—. Vos los viste, ¿verdad?

—Cálmese, Libertad. Sí, los vi. ¿Qué querían con usted?

—Advertirme que el enemigo estaba muy cerca. Yo sé que es la maldita de Antonia. Iba a deshacerme de ella pero se me escapó la desgraciada esa.

—Bueno, no se preocupe, conmigo está en buenas manos —Le dijo Irene acercándose lentamente a ella.

En ese momento, ocurrió la puñalada de Judas. La que Libertad no se esperaba por no ver más allá de sus narices. Irene le clavó una puñalada fría y sanguinaria como su mirada, apenas iluminada por la llama de las velas. No contenta con ver su cara de dolor al atravesarle el cuchillo, Irene se relamió al darle vuelta el puñal como quien hurga dentro de la herida para hacerla más profunda. Libertad no entendía qué estaba sucediendo.

—¿Por...? ¿Por qué? —preguntó escupiendo litros de sangre por la boca.

—Su reinado de terror ya caducó, Libertad. Es momento de que alguien más tome el mando, y si todo sale bien, voy a ser yo, y todos me van a agradecer de haber asesinado a la vieja decrépita y racista que nadie quería —confesó Irene con una sonrisa cínica en sus labios—. Usted estaba tan cómoda en su situación de poder que no fue capaz de darse cuenta que el enemigo estuvo siempre a su lado. Era yo, pero no se preocupe, que me voy a encargar bien de sus asuntos, van a estar en buenas manos, como ya le dije. Ahora... ya es hora de irse a dormir —Le dijo mientras la empujó al suelo como quien tira una ficha de dominó.

Susurros del viento © (Universo Monstruoso # 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora