CAPÍTULO 44.

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¿Qué puedo hacer?

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¿Qué puedo hacer?

¿Cómo salgo de aquí?

Veo como entran a la habitación, a lo que catalogo como matadero porque así lo han llamado ellos. Parecen discutir sobre como antes estaba limpio de caminantes y que no tienen víveres para continuar.

Siento un ardor en la mejilla y hago todo lo posible para que la rabia no se vea reflejada en mi rostro. 

La mujer de pelo negro se arrodilla frente a mi.

—Te he dado flojo, ¿no? Como sigas llorando te irá peor. Me da asco la gente débil y llorona, y parece que eso te define muy bien.

Si supieras.

Paula, la pelirroja, le quita la cinta de la boca a Maggie para interrogarla un poco, donde obviamente suelta una amenaza que otra. Finalmente sale a ver como va la situación fuera y le sigue la otra señora a fumar a petición de la que me dio un bofetón. Entre lágrimas y sollozos les suplique que dejaran en paz a Maggie porque está embarazada, así sería su blanco fácil en caso de que se pusieran brutas.

¿Realmente íbamos a morir allí? Si era cierto que últimamente me tentaba la idea de dejar de sentir nada, simplemente desaparecer del mundo. Pero no podía permitirme esa dura y egoísta posibilidad, tenía gente a la que cuidar y muriendo no podía hacerlo.

Diablos no, hoy no sería mi último maldito día en la tierra.

El de ellas sí.

Ya había aprendido de mi gran amiga Carol a fingir ser una persona débil para engañar, y así en el momento menos pensado, atacar.

Debía hacer lo que sea para sacar a Maggie y volver a casa.

El tipo al que disparé sigue perdiendo sangre y Maggie le advierte que si no hacen algo, perderá el brazo o la vida.

Paula al escuchar como Maggie le dice que haga un trato con los nuestros, se excusa con decir que esperarán 30 minutos más.

De reojo veo como el hombre se pone de pie y comienza un sin fin de insultos hacia mi persona, donde señala que no habrá trato y nos mataran a las dos. Paso saliva por mis labios que están adoloridos por la forma brusca en la que me quitaron la cinta de la boca.

Quiero irme a casa, por favor.

Mis ojos se vuelven a nublar por las lágrimas y ya no estoy haciendo el papel de débil, solo me salen por si solas.

—¡Deja de llorar, maldita zorra!

El hombre me da un golpe en la mandíbula que arde como la mierda. Joder.

La tal Paula se niega a hacerle caso sobre matarnos y ella también recibe otro golpe. Maggie, con ambas piernas atadas, logra derribarlo haciendo que caiga de espaldas.

La otra familia: vuelve a mí. [Rick Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora