CAPÍTULO 16.

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Observo como Rick pone a aquel hombre sobre la cama. Doy un par de pasos y cojo una mochila que hay sobre el suelo para así comenzar a meter todas las armas que pueda. Obviamente me es imposible mirar las paredes llenas de garabatos, como si fueran algún tipo de recordatorio. 

—No—dice de repente Rick.

Detengo lo que estoy haciendo y me dedico a mirar su rostro de estupefacción. 

—Esperaremos a que se despierte. Para saber que está bien. 

—Ha intentado matarnos—defiende Michonne.    

Punto para la mujer. El hombre que rescató a Rick cuando todo dio comienzo parece no estar en sus cabales. 

—Nos dijo que nos fuéramos. No sabia quienes éramos. 

—Quiso matarnos y no se lo hemos dejados a los caminantes. Tiene suerte, no necesita tantas armas. Nosotros sí. 

Dos puntos para la señora Michonne. 

—Esperaremos, no hay más discusión. 

Por eso ni me molesté en llevarle la contraria. Al fin y al cabo Rick siente que tiene una deuda pendiente con Morgan. Y yo no iba a ser la responsable de impedir su buen reencuentro. Por lo que pone en las paredes parece que perdió a su familia. Imagino por qué llegó a ese estado.    

—¿Has echado un vistazo a este sitio?—le preguntó Michonne—. El hacha, los pinchos, las paredes... 

—¿Crees que está loco? 

—No. Creo que es peligroso. 

—Michonne tiene razón, cariño, no sabemos como va a responder en cuanto se despierte.  

—Yo le conozco—dice tras unos segundos debatiendo consigo mismo.

Suelto un suave suspiro para luego decir:

—Antes no era así...

—Esperaremos a que se despierte. 

Me encojo de hombros ante la insistente mirada de Mateo, la cual me dice: ¿Mi tío está pirado? Puede ser, Mateo, puede ser. Rick coge un par de bridas para atar a Morgan. 

Sigo con la mirada a Carl y lo único que hace es pararse frente a una pared, donde está pintada con las direcciones del pueblo. Rick se sitúa a mi lado y después le pregunta a su hijo que está mirando.    

—Nuestro vecindario. 

—Quemado...—susurro al leer que la casa de Rick quedó en las mismas cenizas.

No sé si seguirá existiendo la casa donde viví. Tampoco es algo que me cause tristeza, dejó de ser mi hogar en el momento que me marche.

—Ya no está—dice Carl sin despegar su azulada mirada de la pared. 

—¿Por eso has querido venir? ¿Para ver la casa?—le pregunta su padre. 

—Yo... solo quería venir. 

El tono que usa me deja saber que el crío está un poco consternado por la desaparición del que un día fue su hogar y el de su familia. Mateo me codea para ver a Michonne comerse un snack, sutilmente le pido uno para mi sobrino y ella no duda en darme uno. 

—Voy a dar una vuelta.

—¿A dónde?          

—Quizá lo único que nadie se llevara fueran cunas y está la tienda de bebés que tenía Sara, la amiga de mamá. Está a la vuelta de la esquina. 

La otra familia: vuelve a mí. [Rick Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora