La otra familia: vuelve a mí. [Rick Grimes]

CAPÍTULO 08.

Muevo lentamente mis dedos alrededor de mi sien, intentando que el tormentoso dolor de cabeza se vaya de una vez por todas. No he parado de llorar desde que Dylan se fue a dormir. Esperé como una loca a que amaneciera por lo que no he pegado un ojo en toda la noche. Lo único que podía pensar es en Alissa, en encontrar su cuerpo y despedirme. Hasta meterme con ella y que nos entierren a las dos juntas. Fuerzo una sonrisa amarga al comprender que aquello hubiera hecho que Alissa se riera sin parar. Ya no tengo fuerzas ni para seguir llorando. Levanto la mirada y con mal gesto rechazo la comida que me ofrece Glenn. No tengo apetito, solo quiero estar sola. Agradezco a los cielos que Beth sea tan considerada y haya decidido cuidar de la pequeña hija de Lori. Apoyo la cabeza sobre la mesa y cierro los ojos por unos instantes. 

—¿Estáis todos bien?

Aquella voz que tanto amo hace acto de presencia en el bloque después de tantas horas de ausencia. Ni siquiera soy capaz de levantar la cabeza de la mesa, no puedo mirarle, pues voy a derrumbarme otra vez. Ninguno de los dos a cruzado palabra después de esas trágicas noticias. Ambos sabemos lo mal que lo está pasando el otro pero necesitamos nuestro espacio, pasar un poquito el dolor en solitario. Ya llegará el momento en el que podamos llorar juntos, mientras tantos nos mantendremos lo más alejados posible. 

—Sí—contesta enseguida su hijo. 

—¿Cómo estás tú?—escucho como le pregunta Hershel. 

—He limpiado el pabellón de la caldera. 

Omite decir como está, yo sé como se siente. Algo dentro de mi me impide ponerme de pie e ir a abrazarlo, su bonita voz esconde tanta tristeza que me rompe en pedazos... pero no sé cuántos pedazos de mi quedan por romperse. Soy como un maldito puzzle. 

—¿Cuántos había?—pregunta el cazador. 

—No lo sé—murmura esta vez—. Una docena, dos... Tengo que volver, solo quería saber como estaba Carl y...

Alzo lentamente y sus ojos me atraviesan el alma. Su mirada azulada me grita, me exige que le diga que estoy bien, que no le necesito... Por lo que me pongo de pie sin afirmarle nada y doy media vuelta y vuelvo dentro del pasillo de celdas. No puedo mirarle sin volver a derrumbarme. Me siento justo al lado de la celda donde duermen Dylan y Mateo, mientras sigo escuchando la conversación. 

—Rick—le llama Glenn—nosotros sacaremos los cadáveres. No tienes que hacerlo tú. 

—No, lo haré yo. ¿Tenéis todos pistola y cuchillo? 

—Sí, pero estamos cortos de munición—le contesta el cazador. 

—Maggie y yo hemos pensando en ir a buscar más esta tarde. En la guía vienen algunas armerías y supermercados. 

—La sala del generador está limpia—sigue informando Daryl—. Axel la está arreglando, por si hay una emergencia. Limpiaremos las plantas de abajo también. 

—Bien, bien—le escucho murmurar y después un par de pasos. 

—¡Rick!

Ignora el grito de Hershel y sé que ya no está. Apoyo mi cabeza sobre mis rodillas y hago todo lo posible para no volver a llorar. Cuento mentalmente para calmar mi ansiedad y lentamente mis ojos se van cerrando. 

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Me pongo de pie, mirando a Mateo y después de tantos años juntos nos entendemos a la perfección sin decir ni una palabra. Dylan nos deja espacio y asegura que cuidara de la pequeña patea traseros junto a Beth. Daryl insiste en que vayamos con ellos a revisar los pasillos y declinamos su oferta enseguida. Mateo y yo queremos buscarla nosotros solitos, lo necesitamos. Tan solo queremos encontrarla y decirle adiós con todo el dolor del mundo. Glenn se despide de mi y se marcha con Maggie a buscar cosas de utilidad. Después de eso nos marchamos por uno de los tantos pasillos.