CAPÍTULO 47.

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Aquel sonido me hizo dejar en la cuna a Judith y salir despavorida de la habitación

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Aquel sonido me hizo dejar en la cuna a Judith y salir despavorida de la habitación.

—¡Mamá, el silbato!—grita Dylan, saliendo del baño a toda prisa.

Ally que ya está al tanto de la situación, me mira y se dirige a vigilar a Judith. Dylan y yo seguimos corriendo por la casa hasta la entrada principal.

—¡Los distraere, date prisa!—grita Rick y echa a correr en dirección contraria a la nuestra.

Veo salir a Alissa con su hija entre sus brazos y Mateo a su lado. Sin decir palabra y de acuerdo al plan, corremos por las calles de Alexandria lo más rápido posible.

Me agacho y retiro la tapa de metal de la alcantarilla, allí donde hay unas escaleras para bajar.

—No hagáis ruido hasta que se hayan ido, ¿vale? Vendré cuando estemos seguros.

Mateo es el primero en bajar y le sigue mi hijo.

—Hoy se ha levantado algo revoltosa, le hace falta su padre—comenta decaída.

—Cuidaremos de ella, entra ya Alissa—la apresuro.

Mi amiga asiente y no demora en bajar por las escaleras. Mateo desde abajo me ayuda a poner la tapa en su sitio, y lo tapo con un pedazo grande de hierba.

Todos en Alexandria sabían que debíamos ocultar la existencia de los tres, así que en cada guardia llevaban un silbato, para así avisar a otros y que también hicieran sonar su silbato hasta llegar a nuestros oídos. Era como una cadena en equipo, que avisaban en cuanto los salvadores estuvieran cerca.

Cherry patalea a medida que me alejo de ese lugar para no levantar sospechas.

No sé cuantos pasos doy y soy capaz de ver a los salvadores merodear por las calles a sus anchas.

Me dirijo a toda prisa hasta mi hogar, donde hay dos hombres poniendo todo patas arriba.

—¿Qué coño creéis que hacéis?—pregunto enfurecida.

Los dos se giran ante mi grito y dirigen su mirada hacia la pequeña que no para de llorar.

—Cosas útiles—responde uno, volviendo a su labor de destrozar todo a su paso.

Agradezco mentalmente haber escondido todo rastro de Alissa y los niños, como fotos. Porque esos desgraciados están tirando los marcos de las fotos como si no tuvieran ningún valor sentimental.

—¿Dónde vas?—le pregunto al otro que se dirige hacia las escaleras.

—Buscar y quedarme con todo lo que me guste, deja de hacer preguntas, cierra la boca.

Me muerdo la lengua porque tengo las de perder con toda esa gente armada, y sin importar todo el desastre que esta haciendo el otro en mi salón, subo las escaleras.

La otra familia: vuelve a mí. [Rick Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora