CAPÍTULO 32.

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Escucho la voz de aquel psicópata, Garrett, entrar junto a su grupo en la iglesia

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Escucho la voz de aquel psicópata, Garrett, entrar junto a su grupo en la iglesia. Aguanto la respiración mientras escucho como nombra a cada persona que se encuentra dentro de la habitación, donde Bob está dando sus últimos suspiros; entre ellos mi hijo. Pero en este momento no podía dudar, sabia que Alissa y Mateo junto con el resto de adultos lo protegerían. El llanto de Judith nos alerta, salimos de nuestro escondite cuando el desgraciado les indica que rompan la cerradura de la puerta. A mi lado están Rick, Sasha, Glenn, Maggie, Abraham, Michonne y Tara. Por lo que salimos sin pensarlo para acorralar aquel grupo de  locos. Rick dispara a dos de su grupo y les ordena con voz autoritaria que tiren las armas. 

—Rick, dispararemos a la oficina—grita de vuelta Garret, sin dejarse intimidar pero hay cierto miedo en su voz que lo delata—baja el arma. 

—Cállate—le sugiero cuando mi bala impacta en su mano, volando un par de sus dedos por lo que el arma cae al suelo. 

Cuando se trataba de mi gente no había poder humano que me detuviera, ni pensamientos negativos al atentar contra personas vivas y no caminantes. Hacía mucho tiempo que nuestro único objetivo era acabar con caminantes, ahora también incluían hombres y mujeres con vida. Llegados a este punto donde lo único que importa es sobrevivir, no me importa mancharme las manos, no cuando la vida de mi familia pendía de un hilo. Supongo que no hay buenos ni malos, cada quién tenía su punto de perspectiva. 

—Tirad las armas al suelo y de rodillas—les pide Rick mientras les apunta. 

Cuando uno de los del otro grupo piensa plantarle cara a Rick, el jadeo por el dolor de Garret, le indica que haga lo que pide. Ahora los teníamos acorralados, así como nos tuvieron a nosotros, sin salida. 

—Suplicar será inútil, ¿verdad?—pregunta Garrett de rodillas frente a Rick. 

—Sí. 

—No nos habéis matado cuando entramos, alguna razón debe de haber. 

—No queríamos malgastar balas—responde con simpleza y en un tono amargo que solo utiliza cuando está muy enfadado.

—Ayudábamos a la gente, salvábamos a la gente—se excusa el hombre ante el silencio de los demás de su grupo, imagino que es el líder—las cosas cambiaron. Entraron...—hace una pausa para hacer una especie de sollozo ante el dolor de su mano—después de eso... Ya sé que habéis viajado, lo siento, vosotros no sabéis lo que es pasar hambre. 

Rick le sonríe de lado, mostrando esa mueca aterradora ante las ignorantes palabras de Garrett. 

—No tenéis que hacerlo—continúa, haciendo referencia a acabar con sus vidas—podemos marcharnos y no volveréis a vernos. Te lo prometo. 

—Pero os verán otras personas—responde Rick—le haríais eso a cualquiera, ¿verdad? Además, yo te había hecho una promesa. 

Se lleva la mano hasta el cinturón donde porta su arma y el machete rojo, que no tarda en agarrar con seguridad y empuñar contra Garret sin vacile. Trago saliva al ver la sangre de ese sujeto salpicar de un lado a otro, y hago el esfuerzo de no vomitar ahí mismo. Esa señal era para atacar por lo que acabamos sin dudar con los más cercanos. Reconozco a aquella chica que me robó el anillo pese a mis suplicas y la rabia acumulada por todo lo que nos han hecho pasar, me nublan el juicio. Solo quería obtener mi anillo, pero me salí un poco de control. Empuñaba una y otra, y otra, y otra vez mi machete contra esa mujer. 

La otra familia: vuelve a mí. [Rick Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora