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Las gotas de agua que caían del cielo eran cada vez más gruesas y el viento que las acompañaba no ayudaba mucho con el frío que sentía sobre mis brazos desnudos, después de todo creo que no fue buena idea salir de casa sin un suéter.

Iba recorriendo el campo despejado para llegar hasta mi casa junto con mi hermana Jeannette, la cual no dejaba de quejarse del frío que tenía, a pesar de llevar dos suéteres encima.

De la nada mi cabeza comienza a sentir una ligera punzada y después el dolor se vuelve mucho más agudo y la vista se me nubla por completo obligándome a parar en seco y por consecuencia a apretar los ojos con fuerza, pero yo tuve que obligarme a abrirlos nuevamente, pero una extraña sensación crecía dentro de mi y ahora tengo que sumarle un esfuerzo extra al tratar de estabilizarme por el repentino mareo que me tomo por sorpresa.

-¿Te encuentras bien? –me pregunta Jeannette preocupada y con la mirada alarmada 

Pero lo peor de todo, es que escuchaba su voz muy lejos a pesar de que estaba justo a mi lado.

De pronto todo padecimiento en mi cuerpo desaparece, pero también todo lo que se encontraba a mi alrededor se desvanece lentamente, incluida mi hermana. Solo estoy yo en una especie de habitación oscura. Miro desesperadamente a mis lados buscando algo más que solo la oscuridad, me esfuerzo un poco más y puedo percibir una sombra a lo lejos, que a pesar de la profunda oscuridad que nos consume logro distinguir su silueta que parece estar de espaldas a mi.

-¿Quién eres? –le pregunto con la voz apagada

Pero la sombra solo sigue ahí parada sin hacer ni decir absolutamente nada.

-¿Qué demonios es lo que quieres? –mi voz desesperada era evidente

Veo que la sombra empieza a correr hacia mi a toda velocidad, es cuestión de segundos cuando choca contra mí, provocándome un fuerte golpe en el pecho que logra traerme de vuelta a la realidad.

-¡AUXILIO! ¡AYUDA! ¡POR FAVOR! -reconozco a Jeannette gritando a todo pulmón completamente desesperada

-No grites -le digo extrañada porque el dolor de cabeza y cualquier síntoma se fue sin dejar rastro

-Me mataste del susto Yaiza ¿Estás bien? -Puedo ver el pánico en su mirada -Solo te quedaste pasmada sin decir ni hacer nada

-Pero la sombra... -susurro confundida

-¿Cuál sombra?

-Ninguna, olvídalo, ni una palabra de esto a nadie ¿Me entendiste?

Al llegar a la casa veo que mi mamá se encuentra preparando la cena mientras escucha un poco de música clásica de fondo, por otro lado, mi papá está sentado en el sillón leyendo un periódico tranquilamente mientras fuma de la pipa que le regaló el abuelo en navidad. 

Muchos de nuestros vecinos creían que mi padre era raro por leer el periódico de noche, pero para mi es algo completamente normal ya que lo hace desde que yo era apenas un bebé.

-Ya llegamos -les digo mientras nos sentamos en el sillón contrario al de mi padre, completamente agotadas por la caminata y ese percance tan extraño que tuve  

-Nada de sentarse señoritas, Jeannette ayúdame a poner la mesa -dice mi madre desde la cocina -Y tu Yaiza ven y ayúdame a servir los platos para sentarnos a cenar

La cena consistía en unos ricos tacos que eran la especialidad de mi madre, con una de las recetas secretas de mi abuelo materno, que solo compartió con ella antes de morir.

Todo transcurrió con normalidad y después de ayudar a mi mamá a limpiar los trastes de la cena, subí a mi habitación para ponerme mi pijama y acostarme a dormir.

El demonio de pétalos de rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora